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Cultura

Jóvenes, neoclásicos y románticos

4º Programa de abono. Solista: Juan Pérez Floristán, piano. Director: Christian Arming. Programa: 'Cantos de pleamar' de Antón García Abril; Concierto para piano de Francis Poulenc y Sinfonía nº5 en mi menor Op.64 de Piotr Ilich Chaikovski. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves 8 de noviembre. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Pese a ser obra tardía y de absoluta madurez (1950), el Concierto para piano de Poulenc es por su carácter leve y festivo, casi de divertimento, obra muy apropiada para un joven pianista. Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993) ha demostrado ya capacidad para retos más comprometidos, pero la pieza, que ni exige demasiado desgaste ni permite grandes lucimientos, no le viene mal para su carrera profesional, promisoria, pero aún incipiente. En obra que por momentos casi parece escrita para orquesta con piano obligado, la integración del solista en el conjunto resultó estupenda, pese a algún pequeño problema para hacerse oír en el segundo tiempo, que hay que poner más en el debe de una batuta falta de un punto más de control. Muy elegante el joven solista en ese intercambio de motivos permanente del primer movimiento e incisivo en el curioso final. Como hambriento de más densidad, la propina con el Preludio de Tristán e Isolda resultó un auténtico anticlímax.

El concierto había empezado con una obra neoclásica de Antón García Abril. Escritos para cuerda en 1993 esos Cantos de pleamar empiezan amables pero se alargan interminables por encima de los quince minutos.

La de Chaikovski es obra grande del repertorio romántico y Christian Arming (Viena, 1971) caminó con ella de la sombra a la luz. Dramáticos e intensos, también un punto secos, sonaron los dos primeros movimientos, cuya atmósfera pareció alargarse en un vals dicho con tanta flexibilidad como austeridad. En el final la contención decayó y la tensión se vino abajo a causa de un fraseo precipitado y una falta de refinamiento en los contrastes que se cobró sus principales víctimas en las maderas, sepultadas por un metal a todas luces excesivo.

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