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Cultura

El amor, ese extraño espectáculo

  • El fotógrafo Miguel Ángel González presenta en la Casa de la Provincia 'Danza, amor, sometimiento', radiografía del deseo y las relaciones de pareja

Habituado a buscar por su trabajo como fotógrafo en el Diario de Jerez un encuadre más ortodoxo, la pulcritud y la corrección del retrato destinado a informar a los lectores, Miguel Ángel González ideó un proyecto paralelo que le permitiera expresarse libremente, una serie en la que su interpretación y su sensibilidad primaran en las composiciones. De este acto de "rebeldía", de esa "necesidad personal", surgió Danza, amor, sometimiento, la exposición con la que este amante de la danza y celebrado especialista en flamenco -premiado por la Cátedra de Flamencología de Jerez el pasado año- se reinventa en la Casa de la Provincia.

González toma como punto de partida el imaginario de la danza, pero el autor trasciende este ámbito para explorar a través de los movimientos de los bailarines, en imágenes de marcado simbolismo, la turbia y compleja relación entre un hombre y una mujer, esa trama de anhelos y sentimientos que transita entre la pasión y el deseo, la pérdida y la conquista, la desdicha o el gozo, la voluntad sometida ante el amado o esa violencia contenida de una pareja condenada ya al desencuentro definitivo. En la mirada del creador, la geometría de los cuerpos acaba enseñando recovecos del alma: en una de las composiciones la esperanza toma la forma de un brazo que recoge a una mujer que parece a punto de desplomarse; en otra imagen predomina la inquietud cuando una mano se afana en agarrar a alguien que ya apenas se ve, que está fuera del plano y parece estar liberándose de las ataduras de la convivencia.

A través de sus personajes sin rostro, del asombroso ejercicio de abstracción por el que opta González, las 15 fotografías de Danza, amor, sometimiento se articulan como "microrrelatos", como un puñado de pequeñas historias conyugales en las que, apunta su autor, cualquiera puede sentirse reconocido. "Hay imágenes en las que yo me identifico con la bailarina, en su necesidad de escapar, de volar. Son sentimientos extrapolables a cualquiera", asegura González, que trabajó con ocho compañías para este proyecto pero finalmente sólo ha usado instantáneas tomadas con el American Ballet y el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín de Buenos Aires. Lejos de "los saltos imposibles, esas colocaciones perfectas", se atrevió a "romper la perfección de la danza, la estructura de las fotografías de un espectáculo. Quería que la gente viese la historia, lo que sienten esos personajes". Desde el principio, supo que ese flamenco que lleva más de dos décadas retratando no le ayudaría a su objetivo. "En el flamenco hay poco contacto entre el hombre y la mujer, y además es un campo en el que los artistas se desmarcan, donde suele haber figuras que sobresalen. Si hubiese utilizado a Sara Baras, la gente la vería a ella, pero yo deseaba que hubiese en estos trabajos una ausencia de identidad", expone el fotógrafo, que ya presentó esta serie en Jerez, en la galería Espacio de la Calle.

Al comienzo de la visita a Danza, amor, sometimiento, que incluye textos de los periodistas Manuel Barea y Charo Ramos, el espectador encontrará algunos retratos con un propósito más documental, pero cuando entre en la siguiente sala descubrirá las verdaderas intenciones de González: ese análisis de las renuncias y los ofrecimientos del deseo, las luces y las sombras del amor. No un bello montaje de danza, sino el espectáculo, vibrante e inesperado, de la vida.

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