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Cultura

Pagarán (y con una sonrisa)

  • Circada abre su nueva edición en el Teatro Central.

Con una divertida y amena gala se inauguró ayer noche en el Teatro Central la sexta edición de la Circada, que introduce en el enésimo año de crisis el concepto del pay after show. Es decir, se accede gratuitamente a los espectáculos y luego cada cual decide si aporta o no dinero a la causa. Entre el crowdfunding a posteriori y el clásico e intemporal "pasar la gorra", no parece una mala opción visto el fervor con que ayer el público en la sala acogió a cada una de las compañías invitadas a la inauguración. Y es que el circo, en crisis perpetua, posee un salvoconducto con el que atravesar con la cabeza bien alta esos paisajes de virtualidad y fluidez donde se ha escenificado la debacle económica, política, social y artística: no da gato por liebre; los artistas son elegidos, se distancian de la audiencia por sus habilidades y talentos asombrosos, y hasta el más kitsch y anticuado de los sketches en los que se puedan ver envueltos (como el inenarrable  momento acrobático con música y vestuario de El fantasma de la ópera que ayer se marcaron los del Circo Donaldson) deja con la boca abierta al respetable.

 

Coorganizada por la Asociación de Circo de Andalucía, la gala de inauguración fue un aperitivo de algunos de los espectáculos que se van a poder ver esta semana en la capital y la próxima en Lebrija, La Rinconada, Alcalá de Guadaíra y Lora del Río, a saber, distintos pasajes de malabarismo, acrobacias, humor y música servidos por compañías como La Guasa, Cía. Yo misma, Circo Donaldson o Tresperté, una de las formaciones andaluzas que más aplausos recibió con sus temerarias coreografías humanas.

 

Pero si hubo una estrella anoche a tenor de los vítores y las risas cosechados, ése fue el singular presentador y conductor de la gala, El Gran Dimitri (tras quien se esconde el clown y actor Antonio J. Gómez). Entre la inocencia salvaje y la apología del desequilibrio mental (con acento del Este), Dimitri iba dando paso a los protagonistas de la noche y amenizando de paso el trasiego de tramoyistas y operarios. De su arte provino el necesario humor negro con el que se pudo equilibrar la inamovible blancura circense, y el público (incluso los más pequeños) así lo celebró. 

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