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Crítica de Danza

Un tono de locura mística

Lirio entre espinas es un fruto madurado gracias a algunos hechos afortunados. Por un lado, y siguiendo con la apuesta de Juan A. Maesso (director del Festival) por los creadores locales, está la posibilidad que han tenido los artistas de dialogar durante dos meses con un espacio ya de por sí espectacular y cargado de historia como es el Claustro de los Muertos del Monasterio de San Isidoro del Campo. Por otro, la madurez artística de un creador como el onubense Guillermo Weickert quien, después de cosechar bastantes éxitos con trabajos interpretados por él mismo, ha asumido el reto de dirigir, por primera vez, a un grupo de cinco artistas de primer nivel, dos bailarinas, un bailarín y dos cantantes, y de construir con ellos casi toda la música del espectáculo. Una música predominantemente cantada y esencial en una pieza cuya inspiración ha sido El Cantar de los Cantares, el célebre libro de la Biblia atribuido a Salomón, que habla de la búsqueda de la unión entre dos amantes: una alegoría ampliamente repetida por los místicos de todas las culturas y muy diversamente interpretada.

 

Todo ello, más el hecho de admitir a los espectadores, un centenar solamente, en el propio claustro, a un palmo de los intérpretes, ha dado como resultado un espectáculo sensual y denso de imágenes, en el que cada uno ha aportado lo mejor de sí. 

 

El punto de partida ha sido la llamada Biblia del Oso, la primera traducida en secreto al castellano, del original hebreo y griego, por dos monjes del Monasterio. Por fortuna, sin embargo, nadie se ha dejado arrastrar por el prurito intelectual -de hecho, las escenas más cargadas de simbolismo son las únicas que pesan un poco- y los cinco se esfuerzan por convertir en carne, voz y nervio, alegre o dolorido, los poéticos versos del Cantar. 

 

Hay mucho, muchísimo recorrido desde el casi cómico comienzo, desde las risas sin sentido de la adolescencia, hasta que se encuentran maduros los amantes para volver a separarse. La tensa energía de los tres magníficos bailarines -ellas tan siamesas y tan independientes, él tan él, tan perdido y tan encontrado- aportan unidad al trabajo: ya vibrando en ansiosos sueños de amores juveniles, dulcemente cantados, ya entregados a la torsión liberadora, ya recluyéndose en negras corazas, escudos voluntarios y defensivos frente al dolor, frente a las flechas del amor que siempre vence. También unen el atrevido vestuario y un tono de locura mística que les permite adentrarse de vez en cuando a todos en sus propios universos, corporales, vocales y sentimentales.

 

Es justo decir, no obstante, que el entramado recién creado, a base de improvisaciones, aún tienen que encajar del todo. Hay escenas que abren vías sin desarrollo y otras que se alargan en perjuicio del equilibrio global. Pero Weickert, en su duro papel de director, tiene una oportunidad de oro para rodarlo estos días (11, 14, 15, 18 y 19 de julio) podando un poco más el campo de espinas para que brillen aún más sus lirios. 

Lirio entre espinas

Festival Internacional de Danza de Itálica. Coreografía y dirección: Guillermo Weickert. Interpretación y proceso creativo: Iris Heitzinger, Natalia Jiménez y Sandro Pivotti. Composición y canto: Paco 'El Niño de Elche' y Charo Martín. Composición musical: Vitor Joaquim. Iluminación: Paloma Parra. Vestuario: Patricia Buffuna. Lugar: Monasterio de San Isidoro del Campo. Fecha: 8 de julio. Aforo: Lleno con las localidades agotadas.

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