Cultura

Un maestro y un nuevo instrumento

Ciclo Órganos históricos de Sevilla. Programa: Obras de A. Corelli, C. F. Abel, G. Ph. Telemann, D. Buxtehude y G. F. Haendel. Viola da gamba: José Vázquez. Órgano: Pedro Luengo. Fecha: Sábado, 26 de octubre. Lugar: Basílica del Gran Poder. Aforo: Lleno.

Uno de los atractivos especiales de este ciclo de órgano que finalizó el sábado era conocer la última incorporación a la nómina de órganos históricos de la ciudad. El matrimonio formado por Rodrigo de Zayas y Anne Perret, a quien tanto debe la vida musical sevillan, cedió el pasado año a la basílica del Gran Poder un bellísimo órgano construido en 1798 por el riojano Pablo de Salazar y restaurado recientemente por la casa Luengo. A la belleza de su caja y a la airosidad de su triple trompetería se suma una amplia riqueza sonora, con mayor variedad de registros de la que presentan la mayoría de los órganos conventuales y litúrgicos de las iglesias sevillanas. Pedro Luengo, titular del instrumento, quiso demostrar la riqueza de tonalidades y de combinaciones tímbricas en el Praeludium BuxWV 163 de Buxtehude, si bien alguna selección de registros en los pasajes centrales se nos antojó algo extraña y que emborronaban el discurso sonoro. En los amplios pasajes fugados consiguió establecer con claridad las líneas de voces en un fraseo bien ligado.

Junto a él, en no muy habitual formación, uno de los nombres legendarios de la viola da gamba, el cubano José Vázquez, maestro de generaciones de violagambistas desde su cátedra vienesa. Arrancó su intervención con una versión de la sexta de las sonatas op. 5 de Corelli: si en los movimientos lentos Vázquez pudo adecuar su instrumento al sentido cantabile, en los más rápidos se evidenciaron las distancias insalvables entre la articulación de la viola y la del violín original, con lo que faltó agilidad y claridad. Las virtudes de Vázquez como intérprete relucieron en la bella pieza de Abel que tocó a solo, con elegancia en el fraseo, delicadeza y suavidad en los ataques y acentuaciones muy eficaces. Repetidos lapsus de memoria y problemas de afinación en la cuerda superior emborronaron un tanto la sonata a solo de Telemann, pero lo que fue siempre insoslayable fue la belleza de sonido y el control del mismo por parte de este gran maestro.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios