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Cultura

Hilos para tejer lo viejo y lo nuevo

  • Olek, conocida por sus espectaculares y coloridas intervenciones en espacios públicos, presenta hoy su trabajo sobre la estatua del Cid y la semana que viene inaugura una exposición en Delimbo

La estatua del Cid, en el Prado de San Sebastián, lucirá desde hoy -cuando se instalarán las distintas piezas ya confeccionadas- hasta el próximo 12 de noviembre una nueva piel de crochet, un caleidoscopio de hilo trenzado de colores que explotan que se suma así a la característica serie de intervenciones en monumentos y lugares públicos realizadas por la polaca afincada en Nueva York Agata Oleksiak, más conocida en el mundo de la creación contemporánea como Olek a secas, la artista que decidió, como suele decir ella misma, convertir una madeja de hilo en su lata de pintura para tejer el mundo a su antojo, para "conectar lo viejo y lo nuevo", y también -como subyace tanto en su discurso como en su proceder- para cuestionar y redirigir las miradas impuestas sobre todos esos entornos urbanos en los que pretende hacer aflorar nuevos significados.

Planteada en un primer momento para la estatua de San Fernando en la Plaza Nueva, la intervención de Olek finalmente se trasladó a la del Cid, ante cuya leyenda cayó rendida, tal como le ocurrió a sus enemigos, quienes al verlo avanzar sobre su caballo enfundado en su armadura por el campo de batalla cuando lo creían muerto (y de hecho lo estaba), lo tomaron por un fantasma. "¡He hecho los deberes!", dice tras relatar de carrerilla el mito de aquel remoto guerrero de la España medieval.

A la artista le sedujo esta leyenda cuando pensó en aquello que decían los griegos sobre las dos muertes que sufren los hombres: la del cuerpo y la de su nombre; cuando ya nadie pronuncia tu nombre, recuerda Olek, entonces sí, la muerte ha hecho todo su trabajo. "El Cid no sólo condujo a sus tropas a la victoria", afirma, "sino que además mantuvo su nombre en los labios de los españoles para siempre. ¿No es acaso éste el sueño de todos los artistas?".

La instalación, que fue autorizada ayer mismo por la Comisión de Patrimonio de la Junta de Andalucía, viene a ser también la singularmente llamativa tarjeta de presentación de Santa Ághata la torera, la exposición que la creadora presenta en la tienda-galería de arte Delimbo desde el jueves de la próxima semana hasta comienzos de febrero. La artista presentará en este céntrico espacio una serie de obras completamente nuevas, realizadas ex profeso para mostrarlas Sevilla, porque ella no es, explica, "una artista de estudio". "Mi trabajo cambia de un lugar a otro, me gusta hacer mis creaciones in situ, dejarme influir por las tradiciones de los sitios en los que trabajo, y conjugar todo eso con mi herencia americano-polaca".

Tras visitar Sevilla un solo día el pasado mes de agosto y comprobar que la ciudad era "mucho mejor de lo que esperaba", la artista regresó en octubre y en contra de todas sus expectativas, vivió una "experiencia cultural extraordinaria". Ocurrió cuando acudió a los toros -y ese día, 12 de octubre, en el cartel, los cita ella misma con entusiasmo, figuraban entre otros matadores El Juli, Morante y, "wow!, very handsome man": Manzanares-, y junto a Lourdes Rodríguez, una de las personas que están colaborando con ella, "a veces hasta la madrugada", para tenerlo todo listo el día de la inauguración, sintió, ella, vegetariana confesa, que "debería odiar" lo que estaba viendo, pero no podía, porque le "encantaba".

De ese tipo de vivencias se neutre la exposición de Delimbo, una serie de creaciones en torno al imaginario y el folclore sevillanos, el flamenco, las vírgenes, los toros... Muy reacia a dejar al descubierto su proceso de trabajo, Olek atiende al visitante en un receso del intenso ajetreo del montaje de Santa Ághata en la galería. "Sevilla es una ciudad muy tradicional, es difícil para una intervención de arte contemporáneo porque la gente suele tener un poco de miedo hacia las cosas nuevas. Pero en este caso el crochet, que es una técnica muy tradicional, supone un medio perfecto para propiciar un acercamiento al arte actual y para hablarle a varias generaciones", dice este artista para la que son fundamentales las nociones de mezcla y reciclaje.

"A los 17 años empecé a hacer crochet en el instituto, me resfrié, estuve muy enferma; me rapé la cabeza y me fabriqué gorras para cubrírmela", dice sobre su descubrimiento de lo que en adelante se convertiría en "el lenguaje con el que yo me comunico con el mundo exterior". "En mi infancia en la Polonia comunista, con los tapones de leche hacíamos decoraciones de Navidad. Éramos pobres y de ahí viene mi interés por la reutilización de cosas viejas para hacer cosas nuevas. Más tarde, cuando llegué a Nueva York sentí que con la aguja de crochet era capaz de conectar lo viejo y lo nuevo. Todo surgió de manera natural. Mi trabajo es muy personal, pero también muy universal, así que espero que todo el mundo encuentre un mensaje en él", afirma.

Olek, de 34 años, debutó en 2011 la galería neoyorquina Johnathan LeVine con la exposición The bad artists imitate, the great artists steal, pero antes de subir este peldaño en su trayectoria venía siendo solicitada desde mucho antes por distintos centros de arte y museos internacionales para realizar sus famosas intervenciones en espacios públicos. Una de las más conocidas es la que practicó sobre el enorme toro de Wall Street. Otra de las más espectaculares, y de las más recientes (fue inaugurada el pasado mes de julio), es la que realizó sobre cuatro vagones de un tren en la ciudad polaca de Lodz, otro de sus estallidos en technicolor que hoy en el Prado y la semana que viene en Delimbo adoptarán formas inequívocamente sevillanas.

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