Cultura

"La poesía es disidencia"

  • El escritor mexicano Eduardo Lizalde, que hoy recibe en Granada el X Premio Lorca de Poesía de manos de los Príncipes de Asturias, recuerda que no pudo entrar en España hasta 1976, tras la muerte de Franco.

Eduardo Lizalde baja al hall del hotel con su mujer terminando de ponerle bien la corbata alrededor del cuello. Junto a su esposa forma una pareja elegante, como unos turistas distinguidos, pero un detalle lo delata: en el bolsillo de la camisa lleva cuatro estilográficas, justo en el lugar en el que otros se cuelgan las medallas.

Aterrizó en Granada la tarde del lunes y el martes estuvo visitando la Alhambra. "Ya conocíamos la ciudad y cada vez nos parece más bella", dice. Repite una y otra vez que se siente halagado por el Premio Lorca que recibirá hoy, y dedica todas sus energías a hablar del autor de Romancero gitano. Casi cuesta trabajo conseguir que hable de su obra, porque tiene muy claro que el protagonista es el poeta de Fuente Vaqueros. "Muchos compañeros de mi generación han recibido este premio, como Tomás Segovia, notable y eminente poeta de ascendencia española pero que residió en México toda su vida y que falleció tres años después de recibir este premio. Y qué decir de mi querido José Emilio Pacheco, diez años más joven que yo y que acaba de morir, además de otros poetas eminentes de América Latina y de España, como Blanca Varela", continúa. "Lorca era un ángel de la poesía española y de la poesía latinoamericana, murió trágicamente como todo el mundo sabe, en plena juventud, después de hacer una importantísima y eminente obra, es uno de los poetas más importantes de la literatura española", subraya Lizalde.

Tiene ademanes aristocráticos, de esos que no se ensayan ante el espejo. Su padre fue un ingeniero, dibujante y apasionado de la poesía que le enseñó a leer y a construir sonetos desde pequeño. Su abuela era hija del general J. Trinidad García de la Cadena, que se encuentra en la Rotonda de los Hombres Ilustres de Zacatecas. Además, es hermano del actor Enrique Lizalde y primo del cantante Óscar Chávez. En resumen, Lizalde procede de una familia burguesa e intelectual y se le nota hasta en los inmaculados puños de la camisa. De hecho intentó ser cantante de ópera, "pero me quedé en melómano". "La vida me arrastró a hacer poemas que con mucha honra y agradecimiento han llegado a varios continentes y se han traducido a varios idiomas", dice aunque, en este apresurado resumen de su vida, olvida que dirigió El Semanario Cultural y que, entre los diversos puestos que ha ocupado en la administración pública de México, fue director general de Educación Audiovisual y director general de Publicaciones y Medios de la SEP, director de Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes o director de la Biblioteca de México José Vasconcelos. "Soy un hombre viejo, he visto desaparecer a muchos compañeros, Juan Gelman, que era un año menor... Soy un sobreviviente, pero he tratado a tantos grandes poetas que no puedo dejar de agradecer que un premio tan ilustre como este se me entregue. Sigo sosteniendo que los poetas somos de una raza diferente a los novelistas, no escribimos cuarenta cuartillas al día, escribimos cuando aparece la poesía, nunca hemos pensando que eso vaya a prosperar y nunca hemos vivido de la poesía", explica el autor conocido como El Tigre por la aparición recurrente de este animal en su obra poética, escrita en este sentido bajo la influencia de William Blake y Jorge Luis Borges, pero también de sus lecturas infantiles de Salgari o Kipling.

Eduardo Lizalde tuvo un pasado comunista, "como todos los de mi generación", pero advierte que nunca ha renunciado a sus ideas socialistas pese a ser expulsado de todas las formaciones políticas de izquierdas en las que militó. "Nosotros no traicionamos a nuestra ideología, fueron ellos, los dictadores, los totalitarios. Octavio Paz fue tildado como hombre de la derecha y no es verdad, nunca lo fue, fue colaborador de la Izquierda Suprema en su juventud, pero se desencantó, como Breton en Francia y otros, que se separaron de la dictadura autoritaria del mundo soviético", dice entre aspavientos. Lo que para muchos es historia para él es su biografía. "Pero yo no he renunciado a las ideas de mi juventud. Toda la poesía no puede ser más que disidente, el arte no puede ser servil, el gran escritor es el que dice no al estatus social, el servilismo no permite el desarrollo de la literatura", destaca.

De aquí retorna de nuevo al universo lorquiano y sube un tono más su voz para hablar del asesinato del poeta. Por momentos parece que se le va a quebrar la voz y se emociona aunque Lorca falleció cuando él, al otro del Atlántico, apenas tenía ocho años. "Él no fue comunista, sus amigos sí, Alberti, Hernández... Pero él sólo era un genio desde la infancia. Es un modernizador de toda la tradición española desde el Siglo de Oro, un hombre de una cultura enorme, su obra es comparable a toda la literatura clásica, no es menor que Góngora, a quien renueva y reconoce frente a la tradición romántica del XIX", dice de un tirón como ensayando su discurso de hoy ante los Príncipes de Asturias. "Lorca era el promotor de la modernidad, sus obras son parte de la más importante literatura española de todos los tiempos. Yo lo he leído, y si la gente hace como yo se preguntará cómo es posible que en 25 años fuese capaz de producir algo de tanta altura. No era un modernista, sino un renovador de la poesía", continúa.

No pudo conocer al escritor que da nombre al premio que recibe pero sí confraternizó con muchos de sus amigos exiliados tras la Guerra Civil. "Claro que fuimos partidarios de la República, fuimos amigos de todos los que llegaron. Octavio Paz estuvo a favor de la República, pero se desencantó del totalitarismo de la izquierda. Yo estuve prohibido en España, no se me concedió la entrada a España hasta después de morir Franco", comenta con cierto orgullo al recordar que sus ideas resultaban peligrosas para el régimen.

Y a continuación recita como si estuviese en un acto público el poema de Machado El crimen fue en Granada: "Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara". "Fue un crimen monstruoso, no era ni siquiera un militante, no manejaba armas, era sólo un liberal y un poeta magnífico. Cuando muere a los 37 años yo era muy niño. Fue una noticia dramática y aterradora para toda América Latina porque era el más célebre y genial de su generación. Cuando nosotros éramos jóvenes en la década de los 40 no podíamos ni aspirar a ser García Lorca, y cuando el Romancero gitano se propagó por América Latina no hacíamos otra cosa que leerlo y admirarlo. Es el padre, el hermano mayor y el genio de una eminente generación de poetas", concluye.

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