Cultura

París también se rinde a García-Pelayo

  • La Galería Nacional del Jeu de Paume, dedicada al vanguardismo, dedica un ciclo a la obra cinematográfica de este creador polifacético y heterodoxo

Gonzalo García-Pelayo, que en los últimos tiempos vive una segunda vida como director de cine, muy en especial tras el impulso que hace dos años recibió su obra vitalista y libérrima en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, llega ahora a París, a la Galería Nacional del Jeu de Paume, un histórico lugar para los impresionistas dedicado desde 2004 a la creación internacional de vanguardia, para mostrar su cine, en cuyo centro se encuentra la dimensión más irreverente y radical de Sevilla.

Nacido en Madrid en 1947 y residente durante años en la capital andaluza, García-Pelayo fue presentado como un "posible eslabón perdido entre Buñuel y Almodóvar" en ese museo parisino, que hasta el próximo 6 de abril le dedica el ciclo VIV(R)E LA VIE! Symphonie underground. Le cinéma de Gonzalo García-Pelayo. La agenda incluye los preestrenos franceses de sus seis películas y dos fines de semana especiales, uno dedicado al flamenco y otro compartido con la obra de su colega -no menos heterodoxo- mentor y profesor de cine, Paulino Viota.

Al autor lo irán acompañando los críticos de cine Álvaro Arroba y Alfonso Crespo -este último ahora también crítico teatral de Diario de Sevilla-, el artista Pedro G. Romero y el citado Viota; a todos ellos los considera "de alguna manera los responsables" de que su cine comience a ser reconocido tras 30 años de olvido, o de incomprensión. Ya en París, el director de Manuela (1976), Vivir en Sevilla (1978) o Frente al mar (1978) califica de "especie de milagro" este renacer. "Uno es lo que los otros piensan de ti", dice al intentar descifrar su destino artístico quien hasta hace poco era mucho más conocido por ser apoderado de toreros, productor musical y, especialmente, inventor de un algoritmo con el que desplumó durante años a los casinos de todo el mundo...

Heredero de Godard, Truffaut y Rossellini, García-Pelayo volvió a dirigir en 2013. El resultado fue Alegrías de Cádiz, que pudo verse el pasado noviembre en Viena, cuyo festival de cine, la Viennale, le dedicó también una retrospectiva. Entre tanto, antes de esta reciente inyección de crédito artístico, rodó Corridas de alegría (1982) y Rocío y José (1983) y luego, desanimado, dejó de decir que era cineasta, "ni bueno ni malo", incluso a familiares y amigos.

Mucho han cambiado las cosas. Le Monde lo proclamó hace poco "Ave Fénix del cine ibérico". Él piensa que no fue nadie en el cine durante tres décadas "porque los demás no pensaban que yo era alguien, y ahora empiezo a ser algo porque hay gente que ve las películas de otra manera". Recuerda que la crítica fue "demoledora" con su hoy aplaudida ópera prima, Manuela: "Tuvo muchísima repercusión: no gustó a nadie y dio cientos de escritos, todos malos"; y que en su día Vivir en Sevilla, hoy una película de culto, "no la entendía nadie, y no interesaba a nadie". De ahí su convicción de que, "si los demás no lo ven, da igual lo que tú veas: las cosas existen sólo en el punto de vista de los demás".

Confiesa que le encanta escuchar lo que se dice de su cine, sobre todo cuando se habla de "lirismo abrupto", de "pureza" o de la honestidad de sus películas, "tan profundamente morales, aunque parezcan lo contrario". El gran arte "siempre está manifestando algo que es verdad", dice García-Pelayo, que actualmente trabaja en dos películas, una sobre la copla, "que es Shakespeare puro, condición humana, todo focalizado en una relación de amor y entrega", y otra sobre el mundo de las niñas, continuación de las múltiples cintas rodadas estos años con sus hijos y nietos.

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