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Cultura

El héroe simbólico

  • 'El buscador de almas '. Georg Groddeck. Trad. José Aníbal Campos. Sexto Piso. Madrid, 2014. 424 páginas. 23 euros.

La mayor curiosidad que ofrecen estas páginas, páginas de un humorismo brillante y perdurable, es que al tiempo que novela satírica, El buscador de almas es un excelente tratado de psicoanálisis. Ello se debe, en primera instancia, a que Groddeck fue uno de los pioneros en el campo de la medicina psicosomática; pero también, y no en menor grado, a que Groddeck es un escritor eficaz, un científico cultivado, que acude a la tradición literaria para crear un personaje tan singular y disparatado, visionario a su modo, como August Müller. Dicha tradición no es otra que la del loco/cuerdo representada secularmente por el Quijote. No obstante, y a diferencia de Alonso Quijano, la locura de Müller no se deriva de los libros de caballerías, sino de la simbología sexual que descubre en cada obra, en cada pensamiento, en cada gesto humano.

Quiere decirse que Müller es un héroe simbólico, pues lee el mundo, no como se aparece a nuestra vista, sino como huella de una realidad escondida, susceptible de revelarse. En este sentido, no es casualidad que Freud fuera un gran aficionado a la arqueología. La técnica del psicoanálisis es tanto una labor de desenterramiento de vestigios ocultos, como una suerte de investigación mediante indicios, que a la postre habrán de solventar el enigma del subconsciente. Es sabido, por otra parte, que el psicoanálisis tiene su origen, no en las investigaciones médicas (Charcot, por ejemplo), sino en la crítica de arte. La crítica psicológica de Giovanni Morelli proporcionó las herramientas adecuadas a la terapia de Freud. Aún hoy, los rasgos inconscientes de un autor sirven como validación, como guía fiable para la autentificación de su obra. Y es todo ese mundo secreto, latente, reprimido, el que aflora en El buscador de almas, gracias a la disparatada desvergüenza de Müller. Desvergüenza que emerge también de un modo simbólico: la plaga de chinches que desencadena la locura del protagonista es símbolo de otra picazón y de otra plaga. Recuerden la célebre frase de Freud en su llegada a Nueva York: "No saben que vengo a traerles la peste".

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