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Cultura

La guerra de Pla

  • 'Espías de Franco. Josep Pla y Fracesc Cambó'. Josep Guixà. Prólogo de Manuel Trallero. Fórcola. Madrid, 2014. 520 páginas. 26,50 euros.

Oscurecido por los olvidos interesados y las medias verdades, el papel de los catalanes que apoyaron a Franco sigue siendo un tema incómodo en los ambientes nacionalistas, pero lo cierto es que el mal llamado "colaboracionismo" de los sectores conservadores no fue tan minoritario ni se limitó, como querrían los historiadores a sueldo, a los representantes de las ideologías afines. Por convicción o conveniencia, buena parte de la burguesía autóctona apoyó el golpe contra la República y se puso a disposición, más o menos discretamente, del bando sublevado. Fue el caso de Cambó, el influyente líder de la Lliga Regionalista, que financió generosamente a los nacionales y patrocinó -desde el Servicio de Información de la Frontera Norte de España (Sifne)- labores de inteligencia y propaganda con la ayuda de partidarios como Josep Pla, a quien encargaría una Historia de la Segunda República Española (1940-1941) que el ampurdanés no incluyó en sus obras completas. El desempeño como espía de Pla, aunque conocido, ha sido con frecuencia minimizado o tomado a broma. Partiendo de un minucioso trabajo de documentación, el periodista Josep Guixà ha abordado esa faceta silenciada en un valioso ensayo que refiere las estrechas relaciones del círculo de Cambó con los "liberadores" de Cataluña.

Gracias a su trabajo como corresponsal, Pla era un hombre bien informado que, como otros reales o presuntos o futuros liberales atemorizados ante la deriva radical de las izquierdas, se decantó por la solución autoritaria. Acogidos a la teoría del mal menor, eran considerados traidores por los catalanistas y vistos con recelo por sus nuevos aliados, de los que no obtuvieron gran cosa. Pero Guixà constata la temprana cercanía de Pla a la Falange -en cuyas revistas colaboraba anónimamente- y le atribuye la redacción de informes concretos para la red de Cambó, lo que tampoco quiere decir que fuera un fascista quien, al igual que otros que sí lo eran o habían sido, pronto pasaría a defender posiciones aliadófilas desde el semanario Destino. Escritas con excelente pulso narrativo y repletas de matices reveladores, estas páginas huyen de los estereotipos para centrarse en los hechos que son -bien lo sabía el mayor prosista de la lengua catalana- los que diferencian la verdad de la propaganda.

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