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Cultura

Miraflores: pocas concesiones

  • Los sevillanos acaban de publicar con el sello Happy Place su debut discográfico, muy esperado después de la estela de volcánicos conciertos que han ido dejando durante los dos últimos años

Con las esperas largas ya se sabe lo que pasa, que se agrandan las expectativas, y eso, claro, puede jugar a favor o en contra. Para Miraflores, al menos, no ha jugado en contra. Han pasado más de dos años desde su irrupción en conciertos de electricidad hipnótica y en llamas, y más de año y medio desde que el grupo grabara sus once primeros temas en los estudios La Mina de Raúl Pérez. Y ahora, por fin, este primer disco -sensacional aunque no capte plenamente la potencia y la crudeza que su sonido llega a alcanzar en directo- ha visto la luz. El camino hasta aquí ha sido complicado, porque la corriente a la que apelan los sevillanos -esa de vibración infecciosa y bronca de grupos como Scientists, Birthday Party, Beasts of Bourbon, The Drones o Suicide- es hoy prácticamente el underground del underground; y porque la industria, da igual mainstream o indie, está como está, tiritando y asustada, conservadora. Ha tenido el arrojo de publicarlo el sello Happy Place Records, con el mismo nombre del grupo, Miraflores (por el manicomio que durante décadas estuvo abierto en la avenida sevillana del mismo nombre).

"Ahora hay tantas bandas, y tanta música, que los sellos tiene mucho recelo a la hora de apostar por alguien. Y nosotros encima no es que hagamos algo especial, pero diferente sí es la apuesta, más visceral, y no encaja mucho en los sellos que ahora están moviendo un poco en España la música alternativa. Además, si estamos haciendo esto es porque nos apetece, realmente lo estamos disfrutando, en el grupo nos sentimos como efervescentes, y por eso mismo necesitábamos encontrar a alguien de verdad implicado en la historia. Y entonces apareció Joaquín [Aneri, de Happy Place], al que conozco desde hace mucho, un tío que lleva su sello con dedicación, con mucha tranquilidad", cuenta Emilio R. Cascajosa, cantante y percusionista de la formación que completan los hermanos Javi Neria y Jaime Neria (guitarra y batería), Selu Baños (bajo) y Ernesto Ojeda (teclados), músicos los cuatro con dilatada experiencia previa en bandas como Salieri, Sick Buzos o Sr. Chinarro.

"Lo bueno" de esta especie de stand-by salpicado de volcánicos conciertos es que, mientras tanto, al grupo le ha dado tiempo de ir puliendo otra docena de canciones, listas, como quien dice, para un segundo álbum. Por lo demás, si un disco es también el retrato de un momento y personal y colectivo, inevitablemente Miraflores es hoy una entidad distinta a la que grabó el primero. "Capta un momento de ingenuidad, porque los inicios fueron muy impulsivos, y eso explicará tanto las virtudes como los defectos del disco. El disco es Miraflores trastabillándose y cayéndose al suelo para aprender a caminar. Desde entonces, las canciones han cogido un toque más salvaje, y eso nace de tocar, del roce con el público receptivo. Aunque por otro lado las canciones que nos están saliendo ahora tienen otra sensibilidad, nos estamos abriendo al pop, al pop en el sentido de Julian Cope, más elaborado y con un sonido más calmado, más paisajístico, incluso más psicodélico. Luego en directo nos embrutecemos, será como la fábula de la rana y el escorpión, que tu naturaleza es tu naturaleza y punto, pero lo cierto es que ahora tengo la sensación, incluso la necesidad, de hacer cosas menos ásperas y oscuras".

Después de años y años alotro lado, organizando conciertos, trabajando en festivales o como crítico de rock (lo sigue siendo por ejemplo en Ruta 66, pero a un ritmo ya más relajado), Cascajosa conoce mejor que bien lo que hay "detrás del telón" de la industria musical, y lo que hay le da, "sobre todo, mucha pereza". Por eso, dice, ni alimenta fantasías de champán y rock & roll, ni le agrada el discurso autocomplaciente del malditismo. "Javi y yo tenemos ya una edad y pocas ganas de ir por ahí diciendo soy una anomalía, nadie me entiende. ¿Expectativas? Es difícil marcarlas. Nosotros vamos a hacer lo máximo para montarnos en el tren, pero si resulta que no encajamos dentro del canon radiable que hay ahora y que éste es nuestro primer y último disco, pues al carajo, no pasa nada. Pero lo que haga, me gustaría que fuera perdurable, y no lo digo en plan grandioso; por ejemplo, el otro día me llegó un vinilo de Beasts of Bourbon triple, y cuando lo abrí, ahí todo desplegado, me dije: hostia, qué guay, yo quiero esa sensación al abrir uno de Miraflores. Me refiero a eso, a que no me gustaría que fuéramos el típico grupo reducido a los bandcamps y el mp3 y poco después si te he visto no me acuerdo, a que me gustaría que quien nos escuche establezca otro tipo de vínculo con nuestra música".

Para intentarlo, dice, harán "algunas concesiones" si hace falta, como tocar gratis para promocionar el disco, pero no cualquiera. "Nos ofrecieron tocar con Dover. Y sí, te va a ver mogollón de gente, pero para qué. Me acordé de la gira que hicieron los [Einstürzende] Neubauten con U2, por la cosa esa que tiene Bono de iluminado. Les tiraban bolsas de vómitos. Duraron dos o tres conciertos. Ni nosotros somos los Neubauten, por descontado, ni Dover es U2, pero vamos, la cosa es que no creo que hagan falta ese tipo de historias que al final acaban condicionando la vida de un grupo. Nosotros vamos a intentar defender la música que queremos hacer, pero sin quejarnos, porque quejarse en realidad sólo tiene sentido si estás dispuesto a variar tu discurso y a pasar por ciertos aros".

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