Cultura

José Pérez Olivares: una identidad entre el trazo y la metáfora

  • El cubano inaugura 'Intrusos', un proyecto expositivo del Cicus dedicado a los vínculos entre la escritura y las artes plásticas

Tan antiguos como la literatura y la pintura mismas, los vínculos entre ambas vías de expresión que podrían rastrearse a lo largo de la Historia son, literalmente, innumerables. A ese rico diálogo ininterrumpido desde "la noche de los tiempos", como dice el escritor y periodista Alejandro Luque, dedica ahora el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus) una serie de exposiciones que, bajo el título genérico Intrusos, mostrará las obras de escritores que han hecho incursiones en las artes plásticas, o viceversa. La primera de ellas, comisariada por el propio Luque, hasta el próximo 6 de febrero en la céntrica sede del Cicus, la protagoniza el pintor y poeta cubano José Pérez Olivares, afincado en Sevilla desde hace más de una década.

Un autor, por cierto, que fue incluido en el último y magnífico número de la revista Litoral, dedicada precisamente a explorar una amplia selección de creadores en cuya obra los vasos comunicantes entre escritura y artes plásticas son fundamentales. Y en efecto, en los versos de los muchos y reconocidos poemarios de Pérez Olivares -el último de ellos, A la mano zurda, ganador del Premio Hermanos Machado- resuenan de forma constante temas como el destino, los gozos y las servidumbres de la creación artística, la identidad y, para el caso que nos ocupa, la contemplación demorada y erudita de obras pictóricas.

El rostro y la máscara -así se titula la exposición del Cicus, como otro de sus libros- reúne ocho poemas del autor y otras tantas obras plásticas: dos dibujos de gran formato de los años 90, cuando aún vivía en La Habana, junto con seis pinturas más pequeñas y recientes, pertenecientes a su actual etapa sevillana, realizadas en acrílico sobre cartón. "Cada poema va al lado de un dibujo o pintura, pero en ningún caso se trata de que el poema explique el cuadro, o el cuadro al poema; la idea es que entablen una especie de diálogo, que funcionen, tanto los poemas como las pinturas, como contrapuntos", explica el artista.

"Mi verdadera profesión es la pintura, así que si yo fuera un intruso -dice a propósito del título del proyecto-, sería un intruso en la poesía, aunque prácticamente todos los reconocimientos que he tenido me han venido por mi faceta de escritor", confiesa este autor que aprecia, a causa de esta "simbiosis" de vocaciones, de estas "contaminaciones" que se retroalimentan, una cualidad "muy visual" en su poesía, así como "un acento lírico" en su pintura. "Porque puede verse una determinada textura en un verso, al igual que un trazo es, en última instancia, una metáfora", asegura.

"Sin ser un expresionista como lo fue por ejemplo Ensor", el artista cubano se siente de alguna manera "continuador" de la tradición expresionista, debido también a la influencia en sus años de formación de Antonia Eiriz, "artista descomunal" de la que fue alumno en la Escuela Nacional de Arte de Cuba. Aunque por "encima de todos", dice, está Picasso. "Es el artista al que más le debo. Como hombre y como artista me he formado al calor de las vanguardias, que influyeron muy poderosamente en mi modo de percibir el arte. La experimentación, la aventura de pintar, tiene para mí un valor extraordinario", afirma Pérez Olivares, que concibe la escritura con similar ánimo de exploración.

"No me gusta saber exactamente hacia dónde voy cuando pinto, me gusta navegar con los pinceles, con los colores; no establecer límites ni trazar caminos inmediatos, sino que, poco a poco, el tema se vaya corporeizando. Cuando escribo, igual; quiero que el principio y el final del poema me sorprendan, porque sé cuándo voy a escribir uno, lo siento, lo palpo en la piel. No puedo definir esos momentos, pero están cerca de la inspiración; quizá suene ridículo emplear esa palabra, pero no encuentro otra manera de definir ese momento en el que sabes que vas a crear algo, pero no qué será".

En cuanto a las máscaras, siempre le interesaron, desde pequeño. "Me llegó primero a través de los cómics norteamericanos. El enmascaramiento me parecía algo... exultante; enmascararse significa que había un riesgo en ser o parecer tal como uno es, y además implica la posibilidad de pasar inadvertido. Desde el punto de vista de un niño, ligado a las aventuras, al cine, a lo épico, me fascinaban. Como artista, la máscara implica otra cosa, una pregunta constante: quién soy, qué me propongo, en qué mundo me muevo. La mascara en definitiva es casi una condición sine qua non del hombre contemporáneo. Ya dijo María Zambrano, a la que admiro mucho, que no hay personaje histórico que no lleve una máscara. En mi pintura actual veo todavía al niño que miraba aquellas primeras máscaras heroicas, y también, claro, ese proceso permanente de investigación y descubrimiento de uno mismo que es también la poesía".

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