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Cultura

Un panorama de la creación actual

  • El CAAC inicia la celebración de sus 25 años de historia con una muestra que analiza los intereses y tendencias de una treintena de artistas a lo largo de este último cuarto de siglo

Aunque iba a estar aún un largo tiempo "sin sede física, como una especie de museo sin paredes", recuerda el actual director del espacio, Juan Antonio Álvarez Reyes, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo inició su actividad en 1990. En este cuarto de siglo, la evolución de la propuesta no se debe sólo al incremento de su patrimonio -al principio componían sus fondos unas 180 obras, ahora supera las 3.200-, también a una historia que ha convertido al centro en uno de los museos imprescindibles para entender la creación actual. No ver, no oír y callar. 1990-2015, que abre hoy sus puertas al público, es la primera de las cuatro exposiciones que celebrarán los 25 años del proyecto, y analiza a través de unas 90 piezas de una treintena de autores españoles y extranjeros por qué estéticas y derroteros se ha movido el arte en estos años de vida del CAAC. El título se inspira en las acuarelas de Curro González Autorretrato del artista como artista, que abren el recorrido y en las que el pintor sevillano se inmortaliza tapándose los ojos, los oídos y con un dedo sobre los labios. "Parece que a los artistas se les ha pedido que no vean, no escuchen y no hablen", asegura Álvarez Reyes, que estuvo acompañado ayer por la secretaria general de Cultura María del Mar Alfaro, sobre una cita que indaga en la relación de los creadores con el entorno.

La primera de las salas, tras el diálogo en el vestíbulo entre Curro González y Rogelio López Cuenca, que se pregunta parafraseando a Hölderlin para qué sirven los poetas en tiempo de miseria en una de sus instalaciones, explora el papel del artista. Éste se desdobla en un sinfín de posibilidades -de nuevo Curro González, que registra entre otras variaciones al intelectual, el onanista o la víctima del videoarte-, aparece como un Joker en la mirada de Chema Cobo, una celebridad mediática en la perspectiva de López Cuenca o una contorsionista que retuerce su discurso gracias a Ángeles Agrela.

Otro de los apartados de la muestra se detiene en la nueva abstracción, una tendencia reivindicada en los años 90 y recogida por el Reina Sofía en una célebre exposición. El granadino José Piñar, el cántabro Juan Uslé, el norteamericano Jonathan Lasker y el alemán Wolfgman Tillmans forman parte de una selección que, como apuntó Álvarez Reyes, también quiere reconocer la gestión de los anteriores directores del centro, José Antonio Chacón y José Lebrero.

El auge de lo conceptual también está presente gracias a las Pinturas de guerra de Alfonso Albacete, el estudio de las relaciones entre el poder y el arte que firma Inmaculada Salinas o las imágenes de revistas y periódicos que encuentran un nuevo sentido de la mano de Patricia Dauder.

No ver, no oír y callar subraya la importancia que cobró la fotografía en este periodo. En la sección Cámara lúcida, llamada así por el ensayo de Roland Barthes, se suceden la denuncia de las desigualdades del capitalismo de Allan Sekula, el interés por los espacios deshabitados de Candida Höfer o las lecturas que puede desprender un simple grafiti en la perspectiva de Peter Friedl.

Mientras en Escultura e ironía tienen cabida la espléndida imaginación de Joan Brossa, de quien se exhibe una silla con cola, y el homenaje a Duchamp de Juan Luis Moraza con una particular máquina expendedora, en Cuerpo y sexualidad conviven la exuberante carnalidad de la obra de Pérez Villalta, la socarrona mirada a la iglesia de Rafael Agredano, la delicada visión del sexo femenino de Victoria Gil o el conmovedor activismo del desaparecido Pepe Espaliú. Una sala que encuentra conexiones con la dedicada a los Feminismos, y en la que sobresalen los trabajos de dos grandes damas del arte como Carrie Mae Weems o Louise Bourgeois.

La canción como fuerza transformadora, un capítulo en el que destacan las investigaciones de Alonso Gil y Francis Gomila o la jukebox de Ruth Ewan precede a una de las estancias más atractivas de la muestra. La cosa nostra se acerca a la marcada personalidad de creadoras andaluzas como María Cañas y Pilar Albarracín, que comparten espacio con la sobriedad de José Miguel Pereñíguez, en un conjunto que revisa el peso de las tradiciones y el folclore. En una aproximación a la crisis en la que también participa Jorge Yeregui, cierra el itinerario "la última adquisición del CAAC", Land Escape, del cordobés José Jurado, una obra que plasma con textos e imágenes el desolador éxodo de parte de una generación que ha tenido que emigrar para encontrar un futuro.

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