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juan cobos wilkins. escritor y periodista

"Si el autor no se emociona, rebela y divierte, tampoco lo harán los lectores"

  • Con su nueva novela, 'Pan y cielo', el onubense muestra un nuevo registro: humor e ironía trascienden la anécdota para ofrecer una parábola de convivencia, respeto y tolerancia

Confiesa que, tras ocho años, sentía muchas ganas de regalar esta novela a sus lectores. Cuatro años ha destinado Juan Cobos Wilkins a la escritura de Pan y Cielo, tarea que ha compaginado con la creación de textos de otros géneros literarios. Este martes, a las 19:30, el autor presentará la obra en la Biblioteca Infanta Elena, dentro del ciclo Letras Capitales del Centro Andaluz de las Letras, en un acto en el que estará acompañado por Salvador Gutiérrez Solís.

-¿Por qué fijó su mirada en un hecho histórico tan singular como la afiliación a la UGT del patrón triguereño?

-A veces no sabemos si elegimos el tema o éste nos elige a nosotros, es tan misterioso como el amor. Lo armonioso y mágico es cuando resulta mutuo. En el caso de este "flechazo", fue, en primer lugar, porque el asunto me pareció tan fantástico como insólito y suponía toda una necesaria lección de tolerancia y convivencia. En Trigueros llovían panes y en el país, pocos años después, llovieron balas.

-Transita desde la historia de un pequeño pueblo a la realidad de todo un país.

-La intrahistoria que podía crear, el microcosmos, resultaban un espejo para ese periodo histórico, la II República, pero, además, se hacía extensible a nuestros días. Mi amistad con el director de cine triguereño Antonio Cuadri, a quien dedico Pan y cielo, y las conversaciones con él, su aliento, han sido fundamentales. Y no olvido lo cariñosamente acogido que me he sentido siempre en Trigueros.

-¿Cómo se documentó?

-De nuevo, Cuadri ha sido eje de la documentación, me ha proporcionado tantos datos… Y es que su abuelo Juan era alcalde de Trigueros en 1932, año en el que se sitúa gran parte de la acción de la novela. He consultado periódicos y revistas de la época, actas del Congreso de los Diputados, reportajes y artículos más recientes. Me regalaron un estupendo CD antológico, hasta he leído una pieza teatral estrenada en el Coliseo de la calle Audiencia, de Trigueros, la noche del 22 de enero de 1881, en este caso gracias a Manuel Arroyo. Pero sobre todo, desde al menos 1987, he asistido en varias ocasiones a las "candelas", participé en las "tiradas" invitado por el Ayuntamiento y he hablado con vecinos cuando, como generosamente hacen, me han abierto sus casas.

-¿Teme que el libro pueda herir susceptibilidades?

-No, ¿por qué?, a nadie limpio de corazón le pasará eso con Pan y cielo. Hay un registro literario humorístico, como lo era dramático en El corazón de la Tierra, exigencias del propio tema. Pero es obvio no sólo el respeto sino el cálido afecto que hay en la novela. De hecho, tomo como ejemplo el suceso. En cualquier caso, mi literatura nunca ha sido complaciente.

-La novela respira libertad. ¿Cómo fue el proceso creativo?

-Desde el primer momento supe que Pan y cielo no transitaría caminos trillados literariamente. Exigía de mí nuevos registros y el riesgo de distintos planos temporales, voces, matices literarios diferentes…, los personajes construyendo sobre la marcha la propia novela. Ha sido un reto, sí, pero los retos me hacen sentirme vivo.

-En las páginas de su libro hay mucha ironía, atrevimiento y transgresión. ¿Se ha divertido al escribirlo?

-Mucho, si el autor no se emociona, se sorprende, se rebela y divierte, tampoco lo harán los lectores. Y confieso que con algunas situaciones de la novela, con diálogos de los personajes, paré de escribir y me dije: ¡Qué tremendo, muchachos, cómo sois, qué barbaridad!

-¿De qué manera ha trabajado un recurso tan importante como el diálogo que, mal usado, puede llegar a ser una trampa?

-El diálogo es una prueba de fuego, hay que vigilar muy cuidadosamente para que no suene impostado, falso y literario. Desde niño me ha gustado escuchar y contar historias, de hecho, he reivindicado siempre y reivindico la literatura oral. He intentado que los personajes hablen con la naturalidad con la que se dialoga; eso sí, cuidando que la expresión de cada uno responda a su carácter. Por ejemplo, las vecinas me sirven para la acción como un coro griego.

-Resulta curiosa la elección de los nombres de los protagonistas que, en muchos casos, provocan situaciones desternillantes. ¿En algún momento han sido ellos quienes le han guiado a usted?

-Los nombres juegan un papel importante y dan lugar a interpretaciones simbólicas. Que una de las grandes protagonistas se llame María España proporciona unos matices muy especiales. Como se dice en la novela, el escritor puede ser dueño del ala de los personajes pero el vuelo es de ellos.

-Después de la experiencia vivida con El corazón de la tierra, ¿tiene previsto llevar al cine esta novela?

-Ahora lo satisfactorio es que acaba de editarse, que la historia se ha materializado en libro y está ya en librerías. Y espero que en las manos y ante los ojos de los lectores y que estos disfruten. Porque un libro sin lectores tirita de frío, se adormecen las palabras, se exilian las frases, y la página queda temblando como un pañuelo blanco de despedida. En cuanto al cine, parece evidente que puede haber alguien más especialmente interesado que cualquier otro. Y conste que no señalo yo a nadie, ¿eh?

-Hay muchas evocaciones cinematográficas en el libro. ¿Cómo influye el cine en su literatura?

-Fui lector a la par que espectador cinematográfico. Tuve la suerte de que en mi niñez y adolescencia había cine en Riotinto y me recuerdo tanto con un libro en las manos como con una entrada de cine. Tengo tendido un puente entre página y pantalla, son, en muchas ocasiones, fértiles vasos comunicantes.

-Pan y cielo inaugura la sección de narrativa de la Isla de Siltolá. ¿Qué le ha llevado a publicar su obra con esta editorial?

-Pan y cielo no es una novela al uso; en ella, las fronteras, como creo que deben ser en la vida, no son alambradas de espinos sino campos de trigo. Es una novela arriesgada, diferente. Todo esto llamaba a que cayera en manos de un editor-escritor que amara y cuidase los libros y que fuera valiente y asumiese riesgos por amor a la palabra. ¿Quién ahí?, el poeta Javier Sánchez Menéndez y su Isla de Siltolá. Esta editorial no publicaba narrativa y ha creado esta nueva colección expresamente para editar Pan y cielo. Lo agradezco profundamente. Ha quedado un libro formalmente precioso, para comérselo sentado en una nube.

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