Crítica de Música

La tibia luz de la noche

LOS MÚSICOS DE SU ALTEZA

Noches en los Jardines del Alcázar. Programa: Obras de J. de Torres, F. Couperin, J. S. Bach, J. de Nebra y G. F. Haendel/G. P. Telemann. Soprano: Eugenia Boix. Clave: Luis Antonio González. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes, 24 de julio. Aforo: Lleno.

Ante el telón escenográfico de la barroca Galería de los Grutescos, Los Músicos de Su Alteza ofrecieron el pasado viernes un íntimo y sensible recorrido por la música vocal de cámara del barroco europeo, abriendo el programa con una interesante cantata profana de José de Torres. Eugenia Boix mostró en esta pieza lo que iba a ser una tónica general en la velada: control de la emisión para conseguir un sonido íntimo y cercano, dinámicas moderadas y atención absoluta al fraseo. Articuló a la perfección hasta el punto de hacer plenamente comprensible el texto, con lo que se hizo aún más de manifiesto su capacidad para acentuar y recalcar mediante las inflexiones de la voz el sentido expresivo de algunas palabras o expresiones, como en el sensible final en el que "Moriré, pero mi muerte tu rigor no extinguirá" fue coronado con un pianissimo emocionante.

Salió airosa la cantante oscense del reto de interpretar la primera de las lecciones de tinieblas de Couperin, con una apreciable adecuación al fraseo francés que incluso la llevó a pronunciar el latín con acento galo. Aquí se notó, empero, el esfuerzo para controlar una voz que por su naturaleza tiende a expandirse hacia el registro superior y doblegarla para conseguir centrarse en esa declamación melódica siempre cambiante y ondulante que la obra precisa, cuestión ésta en la que afloraron a veces sonidos escasamente apoyados en la zona central. Lo mejor de la noche estuvo en la propina del Bist du bei mir de Stölzel/Bach, cantada a flor de labio con dulzura y delicadeza extremas.

Luis Antonio González prestó toda la noche un acompañamiento brillante y rico, especialmente en la lamentación y la cantata de Haendel/Telemann. Como solista, tras unas piezas de Couperin a las que le faltó algo más de densidad sonora y de variedad en la acentuación, estuvo magnífico en las obras de Nebra, con agilidad notable y soltura rítmica.

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