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Ismael Jordi. Tenor

"Un crítico no tiene que decirme cómo he cantado, eso ya lo sé yo"

  • El jerezano descansa estos días en su tierra natal de una intensa temporada en la que ha triunfado en el Covent Garden. Aquí, una charla muy veraniega.

Animado por las vitaminas que le reportan dos o tres vasos de gazpacho diarios, el tenor Ismael Jordi (Jerez, 1973) disfruta estos días en su tierra natal de uno de los mejores espectáculos de su agenda: las vacaciones. "Ay, sí", suspira satisfecho, "que siempre hace falta desconectar aunque sea de hacer lo que más me gusta del mundo, cantar", dice. Hasta finales de agosto mantiene una divina rutina estival que le carga las pilas para el resto del año: hacer deporte, desayunar en la calle, ir a la playa, visitar a la familia, salir a correr con los amigos, tomar una cervecita, un fino bien frío... Atrás queda una intensa temporada que ha concluido en julio en la Royal Opera House de Londres con su interpretación del papel de Alfredo Germont para La Traviata, que también ha llevado al Liceu de Barcelona en cuatro funciones. "He hecho tantas veces esta obra que dentro de poco me cambiaré el nombre por Alfredo [bromea y ríe]. No, en serio, la experiencia del Covent Garden fue maravillosa, la única pega es que no pude actuar con Plácido Domingo porque falleció su hermana. Cantar diez funciones allí de La Traviata ha sido algo único, un título emblemático que han interpretado allí los más grandes", apunta Jordi. Público y teatros han quedado "encantados" con él. Y el jerezano se ha sentido maravillado con la propuesta barcelonesa del Liceu a la fresca, que acerca la ópera a diferentes municipios catalanes, incluso en la misma playa. El elenco se presentó en uno de estos emplazamientos después de la retransmisión de la ópera, "y yo tardé en salir de allí dos horas. La gente nos paraba, charlábamos, nos hacíamos fotos... Fue genial". Del Covent Garden, donde ya ha estado dos veces, espera que se convierta en "un habitual" en su agenda, "pero espero regresar la próxima vez con un título del bel canto, o francés. Lo estamos viendo", precisa.

Pero en las vacaciones, "no me gusta pensar en el trabajo, trato de desconectar, me gusta hacer las cosas más simples, que son al final las que más echo de menos. Como ir a las playas de aquí, que son maravillosas. Y yo, que estoy todo el día con la maleta... pues imagínate, cuando llegué aquí le metí fuego [ríe]". Sus paseos por el centro, los tabancos... "y la gente me para por la calle, me saluda, me pregunta cuándo regreso al Villamarta, y hay quien me ha visto en Londres, o en el Liceu... Y todo esto es muy bonito". Y así hasta el 23 de agosto, más o menos, "aunque me gustaría tener más vacaciones, no sólo para descansar primero, sino para poder estudiar después óperas nuevas". Y para desconectar, en casa suena flamenco, las rancheras, Chavela, La Paquera, Terremoto...

Y cuando se acaba lo bueno... empieza una nueva temporada, en el Teatro Real de Madrid con los ensayos de Roberto Devereux, ópera con la que debuta este año. Y en diciembre vuelve al Liceu con Lucia di Lammermoor. "Son dos teatros de primerísimo nivel que se portan muy bien conmigo. ¿Qué más puedo pedir? Y respecto al Villamarta, por ahora no hay nada a la vista, pero está claro que antes o después hacemos algo para que yo vuelva a Jerez, que es mi casa". Y recuerda a este respecto que el próximo año vendrán a la ciudad jerezana óperas que no habían venido antes, Otello, Cavalleria Rusticana y Pagliacci. Tokio, Montecarlo, Zúrich, Berlín, Roma... Así hasta 2020. "¡2020! Muy fuerte. Es algo estupendo. Estoy feliz". Una carrera que va "por donde creo que tiene que ir. Ya empiezo yo a elegir bastante, a poder decir no, que era algo que antes me costaba mucho. Menos a los tres o cuatro teatros como París, Nueva York, Milán, Viena. Ya a los demás puedo decir no. Pero no porque no quiera, sino porque también quiero tomarme más vacaciones próximamente". Jordi, que conoce tanto ya los teatros del globo, apunta que cada vez está viendo "más gente joven en las butacas. Para acercarse al público joven o que no está habituado, hay que hacer cosas como el Liceu a la fresca, acercarse a los colegios para que los chavales vayan a ensayos".

En Verona, donde tiene su casa profesional, es donde se pone a punto con su maestro, Angelo Capobianco. "Ha sido una suerte para mí encontrarlo", confiesa. Pero antes de marcharse de Jerez, "me gustaría disfrutar del Tío Pepe Festival con Nancy Fabiola Herrera, "una de las mejores mezzosopranos del mundo. Es buena amiga y compañera, y hemos cantado muchas veces juntos. Esta propuesta me parece maravillosa, sobre todo en Jerez, donde el turismo estival ha crecido muchísimo. Y si se hiciera ópera en el Villamarta, también se llenaría, o al aire libre". También se refiere al programa This is opera de La 2, "que acerca muchísimo la ópera a la gente, que todavía se piensa que es algo elitista, y no es así".

Cuenta sus años en los escenarios desde que debutara como protagonista en 2000, con Don Pasquale, en Jerez, aunque llevara cantando desde un lustro antes. Total, unos 20 años recibiendo críticas, sobre todo, buenas. "Pero la mejor es cuando se te acerca el director de un teatro y te dice que te quiere para tal y cual temporada, o la que te hace alguien en la calle. Esa es la mejor. A mí un crítico no tiene que decirme cómo he cantado, eso ya lo sé yo, tanto para bien como para mal".

Ismael se ve bien ahora, pero se quiere ver mejor en un futuro, "poder elegir, ese es el secreto, el éxito de esta carrera, poder decir no para tomarse tiempo para hacer las cosas en condiciones porque las exigencias son altísimas. Siempre se puede hacer mejor. Ahora saco las cosas con confianza, con más tranquilidad. Lo que antes me costaba, ya no". Lo llaman "el tenor misterioso" porque no es un habitual de las redes sociales, no paga entrevistas, no tiene página web, "y sé que es un error por mi parte, y algún día me la haré. Sí que hay que estar, pero me canso de estas cosas". Un hombre que nunca está contento cuando baja el telón, muy exigente consigo mismo, "es difícil que salga satisfecho de una función, y la verdad es que también me podría dar el gusto alguna vez. Pero como dice mi maestro, hace falta una vida para estudiar y otra para cantar. ¡Qué pena que sólo tenemos una!".

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