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Crítica de Danza

La música como alimento

en avant, marche!

NT Gent/Les Ballets C de la B/Frank Van Laecke/Alain Platel/Steven Prengels. Con la colaboración de la Orquesta Joven de Andalucía. Puesta en escena: Frank Van Laecke y Alain Platel. Composición y dirección musical: Steven Prengels. Músicos: Chris Thys, Griet Debacker, Hendrik Lebon, Wim Opbrouck, Gregory Van Seghbroeck, Jan D'haene, Jonas Van Hoeydonck,Lies Vanderburie, Niels Van heertum, Simon Hueting, Witse Lemmens y Steven Prengels (director de orquesta). Dramaturgia: Koen Haagdorens. Luces: Carlo Bourghignon. Escenografía: Luc Godertier. Vestuario: Marie 'Costume' Lauwers. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes 12 de febrero. Aforo: Casi lleno.

Si la música ha sido siempre uno de los elementos centrales en los trabajos del ecléctico Alain Platel (director de Les Ballets C de la B), su encuentro con el compositor y director musical Steven Prengels le ha hecho emprender un camino musical que culminó en 2010 con el espectáculo Gardenia, siguió en 2012 con el polémico C(h)oeurs, que vio la luz en el Teatro Real de Madrid, y no ha dejado de dar frutos, como demuestran sus dos últimas piezas, Tauerbach (2014) y ahora este En avant, marche! que llenó anoche el Teatro Central de música y de músicos, ya que a los siete (en compañía de cuatro actores) de la compañía se unieron casi una treintena de la Orquesta Joven de Andalucía.

La música (con el viento como protagonista) es pues el eje absoluto de este espectáculo que Platel y Van Laecke idearon tras ver una exposición de fotos y objetos de músicos y majorettes de sus fanfarrias locales.

Un eje en el que se inserta una historia tomada del monólogo de Pirandello, El hombre de la flor en la boca (interpretada en Sevilla hace años por Vittorio Gasmann) adaptada aquí a la de un viejo trombonista al que el cáncer ha obligado a dejar el instrumento que ama. Una tragedia que, en distintas claves, incluida la humorística, atraviesa la pieza haciendo saltar algunas reacciones y planteando el tema de la destrucción y de la muerte, siempre al lado de la vida y de la música.

La parte teatral sin embargo no logra desarrollar ese microcosmos que se anuncia y que supone toda banda de música, con connotaciones diferentes, seguro, en esta ciudad donde las integran centenares de músicos aficionados de toda edad y condición.

Como era de esperar, el formato es estupendo y mágnífica la interpretación de los músicos y de las dos ajadas majorettes. Lo mejor, sin embargo, son sin duda los veinte últimos minutos, cuando la juventud toma la forma de un fantástico bailarín e irrumpe bailando un alegre y poderoso paso a dos con el músico enfermo. La metáfora del relevo. La vida que ofrece lo que la muerte quita y hace que todo renazca. Al final, los casi cuarenta músicos uniformados tocan juntos en escena para disfrute de los espectadores.

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