Cultura

El Bosco como nunca lo habíamos visto

  • El Prado inaugura la gran muestra del V Centenario de la muerte del pintor holandés que obsesionó a Felipe II Reúne 21 pinturas y 8 dibujos originales hasta el 11 de septiembre.

En el Museo del Prado y hasta el 11 de septiembre coinciden dos enigmáticas representaciones del Hombre árbol del Bosco, el delicado dibujo procedente del Museo de la Albertina de Viena y la figura cuyos tonos blancos sobresalen entre las pinceladas bermellones y grises del panel derecho, dedicado al Infierno, del tríptico El Jardín de las delicias, joya entre las joyas de la pinacoteca madrileña que ahora puede verse en toda su magnificencia gracias al montaje futurista de El Bosco. La exposición del V centenario. La muestra la inauguran mañana los reyes de España y la reina emérita de Holanda, estado al que ahora pertenece Hertogenbosch, la pequeña villa donde nació, murió y de la que tomó su nombre el pintor que tanto influyera en Goya y Dalí, por citar sólo dos genios españoles donde se aprecia su huella.

La fascinación que ejerce Hieronymus van Aeken Bosch (h.1450/1460-1516) y todas esas intrigas, misterios y preguntas sin respuesta que concitan los contenidos simbólicos de sus cuadros sin duda atraerán hasta Madrid a miles de peregrinos culturales, razón por la que el museo recomienda la compra anticipada de entradas y ha prolongado el horario de apertura los fines de semana. Este proyecto patrocinado por la Fundación BBVA, en el que la comisaria Pilar Silva y el director del Prado, Miguel Zugaza, han invertido dos décadas de trabajo, investigaciones y restauraciones apoyados por todo el equipo del museo, se salda con cifras a la altura del esfuerzo y la pasión. El Prado ha reunido en España una colección de obras maestras que incluye 21 pinturas y 8 dibujos originales del autor del lujurioso Jardín -la obra que capta por más tiempo la atención de los visitantes al museo, superando incluso a las Meninas velazqueñas-, presente aquí junto al resto de obras mayores de sus fondos (la Adoración de los Reyes Magos y las Tentaciones de santo Antonio, que se muestran por primera vez tras su meticulosa intervención, El carro de heno, la Mesa de los pecados capitales y la Extracción de la piedra de la locura). En el conjunto sobresalen otras tres pinturas magistrales del artista de Brabante: el Tríptico de Las tentaciones de san Antonio del Museo de Arte Antiga de Lisboa, Cristo camino del Calvario de Patrimonio Nacional (que formaba parte de la muestra que el Escorial dedica al Bosco, y cuya cesión agradeció especialmente José Pedro Pérez-Llorca, presidente del Patronato del Prado) y la Coronación de espinas de la National Gallery de Londres.

Pilar Silva es mucho más que la comisaria de este proyecto. Es quizá una heroína española en tiempos de turbulencias que exceden el ámbito artístico. El viernes, en la presentación a los medios del proyecto, fue la encargada junto al director de conservación del Prado, Miguel Falomir, de desmontar mediante radiografías, estudios de pigmentos y técnica, reflectografías infrarrojas y dendrocronologías -que analizan la edad de los robles y chopos usados por el artista para sus pinturas sobre tabla- las tesis de los responsables holandeses del Proyecto de Investigación y Conservación del Bosco, que cuestionan la autoría de tres obras propiedad de la pinacoteca (La mesa, La extracción de la piedra de la locura y el San Antonio tentado) atribuyéndolas al entorno del Bosco o su taller. El Prado no sólo lo niega sino que invita a visitantes y especialistas a formar parte del debate incluyendo en la muestra las radiografías y documentos que sustentan sus nuevos informes, recogidos al detalle en el catálogo.

Lo que el visitante al Prado no podrá poner en duda es que si el Bosco nos resulta tan español es debido a la pasión coleccionista de Felipe II. El rey que construyó el Escorial ubicó allí sus obras más amadas y quiso morir rodeado por las lecciones morales y los demonios que pueblan las obras del Bosco. Está documentado que, en el momento de cerrar los ojos para siempre, en su dormitorio se hallaba la Mesa de los pecados capitales.

Para el historiador británico Lorne Cambell, eximio experto en pintura flamenca y comisario de la muestra que el Prado dedicó a Van der Weyden, la que mañana se inaugura es "una exposición monográfica magnífica, la mejor que se haya dedicado nunca al Bosco. La presentación de las grandes creaciones en el centro de cada una de las seis salas nos permite rodearlas y admirar los reversos con escenas en grisalla. Lo que se ha reunido aquí no lo volveremos a ver nunca, o tendríamos que vivir cien años más para ello y esperar hasta 2116", sonríe Campbell ante el Tríptico de Lisboa.

Es esa obra la que tanto Pérez Llorca como la comisaria Pilar Silva ponen en el centro de su discurso como ejemplo de las inmejorables relaciones culturales establecidas entre Portugal y España. "Me ha gustado mucho tener aquí el Tríptico de las tentaciones de san Antonio de Lisboa porque es Tesoro Nacional portugués y hasta el conservador, gran amigo mío, pensaba que no lo prestarían", explica Silva a este medio. "Por suerte, cuando me reuní con el director del museo, Antonio Felipe Pimentel, me confirmó que él no se negaba al préstamo pero que tenía que mediar un convenio entre los dos Estados y la aceptación del Consejo de Ministros para que fuera posible traerlo. Ellos tienen una contrapartida nuestra, claro. En el hueco que ocupaba el Tríptico luce ahora nuestro Autorretrato de Durero. Pudieron elegir un velázquez o un goya pero eligieron a Durero para hacer pareja con su estudio de San Jerónimo. Merece la pena visitar Lisboa y verlos unidos".

La muestra del Prado, que no sigue un orden cronológico sino temático, debido a la ausencia de información que permita datar las obras del Bosco, arranca con una mirada a su localidad natal y al contexto en el que vivió este autor "que sí fue moderno en su tiempo, lo que ocurre es que son los modernos de ahora los que lo reivindican como tal", concede Silva.

"El Bosco, hasta donde sabemos, pertenece a la cuarta generación de una saga de pintores. Se formó con su familia en la técnica y el oficio pero, como en su pueblo no había tienda de pintores, el peso de la tradición no fue decisivo. Y al no haber artistas de relieve anteriores a él, los comitentes le concedieron mucha libertad", detalla la comisaria. Pero sí hubo una inspiración clara: Van Eyck. "El Bosco mira mucho a Van Eyck, que creó una forma de pintar nueva y era el favorito del Duque de Borgoña. Fue un modelo para él que, si bien no copió sus rostros, sí se inspiró en la monumentalidad y postura de alguna de sus Madonnas".

Y si los paraísos e infiernos del Bosco estaban ya presentes en los textos de Isaías, continúa la comisaria, fue el Bosco quien les dio una imagen nueva. "Él pregona que no hay que dejarse llevar por el goce de los sentidos ni pelear por los bienes materiales. El Bosco se centra más en lo que no hay que hacer. En su obra plasma una moral a la inversa". El pintor aprovechaba cualquier resquicio para introducir sus mensajes piadosos y a menudo les dio forma de animales sobrenaturales inspirados por los bestiarios medievales o la cultura rural. Un ejemplo de ello es el búho, "casi una firma para el autor". Los nuevos estudios técnicos han permitido al equipo del Prado descubrir uno de ellos en la Mesa de los pecados capitales, esa obra donde sólo la Soberbia tiene forma de mujer y los seis pecados restantes los protagonizan varones.

Para la comisaria, "si bien es cierto que el búho, como la lechuza, puede ser usado a veces como símbolo del bien, e incluso de la inteligencia en el caso del mundo griego, El Bosco lo emplea siempre como símbolo del mal". Lo hace con tanta maestría e interés que El nido del búho, prestado por el Boijmans Van Beuningen de Róterdam, sobresale junto al ya citado Hombre árbol entre los mejores dibujos de esta muestra. "Es la expresión delicada pero insuperable de un artista que pinta como un dibujante y dibuja como un pintor", continúa Silva, jefa también del departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte (1400-1600) y Pintura Española (1100-1500) del Prado.

A diferencia de su discípulo ideal, Peter Bruegel el Viejo -ambos centrarán en noviembre la V Cátedra del Prado que dirigirá Reindert Falkenburg-, al Bosco no le gustaban las fiestas ni los excesos. "Uno de los pecados que más detesta es la gula, así como la ira, porque la agresividad, que a veces es producto del exceso y de la bebida, produce muertes y enfrentamientos. Y de ahí también su rechazo de la lujuria: él muestra la carne humana para predicar la moderación", insiste la comisaria.

El Bosco partió de la realidad para llegar a la fantasía y anticipar el mundo azul de Patinir, que tanto bebe de él. "No sabemos cómo era su familia pero El Bosco era letrado y probablemente aprendió incluso latín. No era un artesano medieval típico y pudo consultar en el convento de los dominicos que había cerca de su casa los Libros de Horas y los manuscritos medievales", continúa Silva, que antes de despedirse accede a identificar sus obras favoritas de la muestra. "Me gusta muchísimo la Adoración del Prado porque es una obra perfecta y la piedra Rosetta que nos ha permitido incluso modificar la cronología del pintor, pues su ejecución se sitúa ahora en 1490. Me fascinan las Visiones del Más Allá de La Academia veneciana por el panel dedicado a la Subida al Empíreo, y me gusta muchísimo el reverso del San Juan Bautista en Patmos de la Gemäldegalerie de Berlín pues la grisalla es perfecta. Por supuesto, los dibujos del búho y del Hombre árbol de la Albertina. Y no menciono El Jardín de las delicias porque esa obra es ya otro nivel. Sin duda, lo mejor del Bosco lo conserva el Museo del Prado pero ahora además podemos contemplarlo como nunca lo habíamos visto antes".

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