Cultura

Meryl Streep seduce al recibir el Premio Donostia en San Sebastián

  • El jurado reconoce la capacidad para "recopilar experiencias y devolverlas al mundo" de la actriz estadounidense que debutó en las pantallas hace 31 años

Merecedora del Premio Donostia del Festival de San Sebastián -que recibió ayer de manos del actor Eduardo Noriega y del director y presidente del jurado de la Sección Oficial Jonathan Demme, con quien trabajó en El mensajero del miedo-, Meryl Streep sedujo ayer con su sentido del humor en un multitudinario encuentro con la prensa. En ella el jurado vio a una actriz que siempre ha buscado "recopilar experiencias para devolverlas al mundo".

Meryl Streep, considerada una leyenda viva del cine, recordó los mejores momentos de una carrera "que nunca ha estado guiada por razones estratégicas", dijo. Al ser madre de cuatro hijos, nunca ha encontrado tiempo para ser productora, por lo que "no ha existido un control de los guiones" que le han ido llegando. "Soy como la chica que espera que la saquen a bailar", bromeó. Entre los libretos que sí cayeron entre sus manos están los de Kramer contra Kramer, Memorias de África y Los puentes de Madison, grandes historias que le aportaron un "desfile de mujeres variadas e interesantes".

Ese amplio listado de mujeres sigue creciendo con la reciente Mamma Mia!, ya que la actriz, que debutó en el cine hace 31 años junto a Vanessa Redgrave y Jane Fonda en Julia, se mantiene en primera línea en una industria como la de Hollywood. "En estos momentos la industria está más interesada en gente de mi edad, porque los productores son gente de mi generación. Además cada vez hay más mujeres involucradas en el proceso de financiación", explicó.

De momento son 14 las candidaturas al Óscar que acumula, de las cuales La decisión de Sophie y Kramer contra Kramer le dieron una estatuilla, y Bette Davies la nombró su sucesora en una carta que le envió hace 20 años, aunque en su caso aún no cree que haya sucesora para ella, por la simple razón de que, considera, aún no ha acabado en esta profesión.

Por otro lado, el certamen vivió ayer su jornada final con dos títulos fuertes que compiten por la Concha de Oro: El nido vacío, del argentino Daniel Burman, y Bi mong, del surcoreano Kim Ki-duk. En la primera cinta, Burman firma un retrato de la crisis de mediana edad de un literato de éxito. El título hace referencia al conocido síndrome que sufren los padres cuando sus hijos abandonan el hogar. Burman, que suele centrarse en las crisis de los treintañeros, da aquí un salto generacional y se acerca a la gente de 50. Coproducción hispano-argentina, "muestra de la extraña y compleja relación de inversión de amor entre padres e hijos", según su propio director, El nido vacío está protagonizada por Oscar Martínez y Cecilia Roth y presenta un claro deje al cine de Woody Allen, una referencia habitual de este cineasta consagrado gracias a El abrazo partido, que piensa que "los conflictos y miedos que nos asaltan suelen ser los mismos a cualquier edad".

En la segunda película, Kim Ki-duk se sumerge en un relato ambientado en el mundo de los sueños. En Bi Mong, el cineasta impide a sus dos protagonistas escapar de un destino inexorable. Dos desconocidos descubren estar relacionados entre sí: cada vez que él duerme, ella ejecuta inconscientemente sus sueños, que además están relacionados con el pasado sentimental de ambos. La poética de Kim Ki-duk vista en La isla o Primavera, verano, otoño, invierno... primavera -Premio del Público en San Sebastián en 2003- surge en este nuevo trabajo como un juego de contrastes en el que sus dos personajes encarnan el ying y el yang del desamor. El coreano, que no pudo acudir al festival ya que se está recuperando de un accidente de tráfico, explicó a través de videoconferencia su concepción del amor, "un círculo de celos, ira y felicidad" que, cuando termina, "se mantiene vivo gracias a los recuerdos, que son finalmente los que nos gobiernan".

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