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Tres días para recordar a Silvio

  • Amigos, músicos y periodistas evocarán la figura del cantante y revisarán su obra durante un ciclo de mesas redondas en la Fnac, del 14 al 16 de este mes, bajo el título de 'Silvio nuestro'

Camino de cumplirse el octavo aniversario de su muerte, el próximo 1 de octubre, la Fnac sevillana dedicará entre el 14 y el 16 de este mes tres jornadas a evocar la inefable figura de Silvio, celebridad del rock sevillano en permanente estado de reivindicación cuya onda expansiva prolongan y hasta agrandan proyectos como el documental A la diestra del cielo.

Estrenado el pasado 2007 en el Sevilla Festival de Cine Europeo, es la comercialización en DVD del filme de Francisco Bech la que sirve ahora como excusa, si es que ésta era necesaria, para la organización del encuentro, promovido por los productores de la cinta, Álvaro Begines y el músico, representante y amigo de Silvio Pive Amador.

Varias veces homenajeado en vida, queda por comprobar si Silvio nuestro, título del ciclo de mesas redondas, indagará en profundidad en el personaje y en su indudable dimensión trágica, ésa que como señala el periodista Alfredo Valenzuela, autor de la primera biografía del cantante, Vengo buscando pelea (Qüásyeditorial, 1991), quizás tiende a eludirse "por el contraste tan grande que supone frente al lado amable que la gente buscaba en él, el Silvio que el público conocía y compartía".

Hijo natural de Eva Fernández Melgarejo y el periodista Antonio de los Santos, Silvio, nacido en La Roda de Andalucía el 11 de agosto de 1945, protagonizaría en sus 56 años de existencia una singular peripecia vital y artística, varias veces golpeada por serias adversidades frente a las que el músico construyó una coraza de silencio que dio pie a la leyenda. "Silvio fue la peor de las fuentes posibles -recuerda Valenzuela en relación a su libro, reeditado el pasado 2004 por la Fundación Lara con el añadido de un capítulo póstumo y varios textos de Pive Amador-. Quedé con él dos veces y lo único que conseguí fue volver a casa borracho, sin dinero porque me lo pedía prestado y sin ningún dato. A lo mejor con alguna frase surrealista. Su información consistía en una serie de incoherencias, nada fiables, pues en cuanto las contrastabas descubrías que no se mantenían en pie. Creo que de los datos que hay en el libro, él no me dio ninguno".

Datos contrastados son sus comienzos como baterista -excepcional, según diversas fuentes- desde los primeros 60 en formaciones como Los Murciélagos, Los Jóvenes Excéntricos, Los X-5, Los 5 Mercury... "Era un tío muy delgado, con la nariz afilada y los pómulos marcados, con un aura que te enganchaba. Y tremendamente cachondo. Le encantaba gastar bromas. No era todavía el Silvio de las sentencias, ése llegó luego, sino un tipo divertido al que le gustaba la música y que tenía una legión de seguidores tremenda", evoca con cariño el hoy productor y locutor radiofónico Raimundo Palma, guitarrista en Los 5 Mercury, quien añade que "en aquella época no bebía más que cualquiera de nosotros".

Palma, no obstante, señala que en aquel momento él y el resto de integrantes del grupo desconocían su condición de hijo extramatrimonial. "En aquella época eso era un escándalo y lo llevaba con mucha discreción -dice-. Para nosotros no era Silvio Fernández Melgarejo, sino Silvio de los Santos, que era como firmaba en los hoteles. Creo que el hecho de ser el hijo de una amante fue algo que de algún modo lo marcó".

Pero esa eventualidad, disminuida por el amor que sus padres le profesaron, palidece junto a dos avatares por llegar. Como percusionista ocasional de Smash, con los que registró el single Well You Know en 1970, Silvio conoció en Madrid a Caroline Williams, una chica inglesa que llevaba algún tiempo residendo en Sevilla. "Era una fan nuestra que nos seguía a todas partes. Estuvieron un tiempo de novios y luego se casaron", cuenta el músico Gualberto García, amigo de Silvio desde la infancia.

De familia aristocrática y heredera de una gran fortuna, Caroline le proporcionó a Silvio una nueva posición que muchos consideraron de ensueño: residencia en Marbella y asignación mensual de 300.000 pesetas de la época. "Le duraban cuatro días", rememora Palma de aquellos apenas dos años de disparatados dispendios, que él tuvo la oportunidad de conocer, fugazmente, en persona.

Presuntamente harta de las continuas espantadas de su consorte, Caroline lo abandonó llevándose a Gran Bretaña al hijo de ambos, Sammy. Silvio fue en su búsqueda, pero, según parece, le fue denegada la entrada al país. No volvió a verlo jamás.

Sobre esa losa caería otra. A los pocos meses de su vuelta a Sevilla, en torno al año 73, su hermana, que entonces contaba 20 años, se suicidó. "Silvio, desde mediados de los 70, estaba amargado de una forma básica, filosóficamente amargado. Pero como él no era protestante, tenía prohibido tocar ciertos temas. No le gustaba hablar de su hijo, y si lo hacía era con mucho desagrado, porque no le gustaba tocarse las heridas", considera Pive Amador, en buena medida responsable de la resurrección artística del personaje. Según él, las lagunas en estos pasajes, que la historiografía musical local quizás no ha abordado aún con el suficiente calado, no se deben sólo al proverbial silencio del protagonista, sino también "al respeto, había tanto cariño hacia él que nunca quisimos hurgar en esa herida dolorosa".

Si la venda para esa herida se empapó en alcohol o, por el contrario, fue una continua borrachera la causante de ahondar en la brecha es algo que no le queda claro ni a los más cercanos. No obstante, éstos confirman lo que el público del famoso triángulo Sevilla-Cádiz-Huelva, su hábitat de directo natural desde los primeros 80, intuyó entre vapores etílicos. "Silvio tenía algo que lo definía perfectamente -evoca Gualberto-. Estuve con él en muchos momentos duros, en los que cualquier persona estaría hecha polvo. Y pudo tener muchos problemas y sufrir muchas tragedias, pero cuando estaba en una reunión reinaba la alegría. Nunca me contó una pena, nunca lo vi derrotado. Lo que fuera lo pasaba él en soledad. Nunca fue a llorarle a nadie y eso demuestra que era una persona íntegra, cabal. Cayó en muchas cosas y los motivos pudieron ser ésos u otros, no lo sabemos. A veces hay gente que me dice que se dio a la bebida cuando lo dejó la mujer, pero no es así, sino justo al revés: Caroline lo abandonó porque bebía".

Aunque Gualberto considera que la adicción al alcohol "exageró su personalidad", ésta no consiguió caricaturizarlo. "Tenía una inteligencia fuera de lo normal para leer las situaciones, por eso nunca metió la pata, por muy borracho que fuera", añade.

De ello dan fe gran parte de los conciertos ofrecidos durante la década de los 80, los años dorados de su producción musical, una etapa que arrancó cuando Pive Amador, entonces representante del grupo Luzbel, en el que Silvio volvía a ejercer de baterista, lo convenció para que dejase las baquetas y se pusiese al frente del micrófono. De la pirueta resultó un álbum magistral, Al este del edén (RCA, 1980), la primera de las dos piezas angulares, junto a Fantasía Occidental (Senador, 1988), de su escueta discografía. "Al este del edén es, más que un disco, un resumen de todas nuestras influencias -dice hoy Pive-. Están las versiones que hacemos de clásicos del primer rock'n'roll, nuestras credenciales. Aunque, como diría Silvio, es un disco de estudiantes, de gente a la que todavía le pesan mucho los referentes, para mí puede ser perfectamente el mejor junto a Fantasía Occidental, que es el álbum más sevillano, el tributo a la propia tierra sin perder el aire rockero, un homenaje a la música que nos llegó incluso antes que el rock'n'roll, y que son los sones de la Semana Santa".

Al este del edén, en su reivindicación de un rock directo y crudo, conectó sin pretenderlo con el desembarco del punk en España y su reconversión en la nueva ola. Y pese a la escasa promoción que RCA hizo de él, plantó la pica en Madrid para su posterior reconocimiento como músico de culto. Sin embargo, Silvio no pudo o, como afirman sus allegados, no quiso ir más allá. "No querer venderse, no tener ambiciones más allá del día. Era de una falta de ambiciones absoluta en todos los órdenes: el familiar, el humano, el económico...", opina Valenzuela. "Nunca valoró el dinero y no le importaba nada su salud. Lo que quería era estar a gusto con sus amigos, con un vaso en una mano y un cigarro en la otra. Y si era convidado, pues todavía mejor", comenta Raimundo Palma.

A comienzos de los 90 su deterioro físico era ya tan evidente que Pive Amador comenzó a planear la retirada. Tras la disolución de Sacramento, su banda de acompañamiento más estable, Silvio retomó una tibia actividad junto a sus Diplomáticos y hasta realizó un último y serio intento de abandonar la bebida. No lo consiguió. Quizás fue otra muda losa más sobre el ánimo de quien tan poco se distinguió de otros ilustres del rock. Al fin y al cabo, la historia de la música está llena de vidas trágicas. Y en cualquier caso, the show must go on.

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