Cultura

Relatos de este mundo

  • José Antonio Marina abre la primera jornada de 'Los futuros del libro', dedicada al impacto de la tecnología en la literatura

Atravesando siglos, "los textos de Homero han llegado a nosotros de distintas maneras, y ninguna ha sido la única ni la última manera, así que no temamos". Escritor, traductor y editor de Paréntesis, Antonio Rivero Taravillo resumió así el sentir general de los participantes en la mesa redonda Lectura y creación literaria ante la sociedad en red, primera de las seis que acogerán hasta hoy las jornadas Los futuros del libro, el motivo central de la feria. Antes, el filósofo José Antonio Marina inauguró el encuentro en la Carpa a través de una videoconferencia -dando así "ejemplo" de las posibilidades de la tecnología- en la que defendió el fomento de la lectura como "salvavidas de la humanidad" y "ejercicio de fortalecimiento de la democracia", e invitó a inculcar este hábito en los niños no con torpes argumentos de autoridad, sino con "pasión", la que debe generar una afición que ofrece, en suma, "diversión".

Miguel Ángel Matellanes, editor de Algaida, se desmarcó del "tono milenarista" que envuelve muchas -¿la mayoría?- de las reflexiones acerca del futuro del libro como soporte, como objeto, como "tótem de la cultura" (como lo llamó Rivero Taravillo), tras la irreversible sacudida provocada por internet y por la proliferación de dispositivos de lectura electrónicos. Milenarismo no, pero tampoco entusiasmo para Matellanes: "En muchos informes sobre el asunto se habla de la mítica del papel, pero a lo mejor no es que exista una mítica del papel, sino que todavía no ha aparecido nada que mejore lo que ofrece el libro como soporte", dijo.

Por otro lado, éste no es un tema tan reciente como parece. De hecho viene de lejos y puede intuirse en algunos textos aparecidos hace varias décadas. Esto es lo que trató de demostrar Julián Rodríguez, especialista en asuntos editoriales y responsable de un blog en el que, con el mismo título que el de estas jornadas, reflexiona sobre el futuro del sector. En un ensayo de "genealogía" urgente de la hipertextualidad, Rodríguez repasó las ideas -formuladas en 1968- de Michel Foucoult, para quien cualquier discurso aparentemente homogéneo y sin fisuras resultaba sospechoso de pretender regular y abortar la proliferación de otros discursos. A esas grietas, necesarias según el pensador francés, se asomaron después Derrida y Barthes, que en 1970 hablaba ya de "textos rotos" y de "la red como metáfora del texto", o escritores como Perec, Queneau y Robbe-Grillet, que tuvo que recordar, por ejemplo, que "cada sociedad crea sus propias formas de relato" y que la novela del XIX, el estatuto canónico, balzaquiano de la novela no es lo natural, sino un "artificio" que con el tiempo se hizo hegemónico.

El moderador de la mesa, Pablo Odell, director de la revista digital Tökland, insistió en que los formatos no deberían competir, pues "son complementarios". Un ejemplo lo brindó Iría Álvarez, coordinadora de la edición digital de Revista de Libros, una rigurosa publicación de crítica cultural patrocinada por la Fundación Caja Madrid que ha conseguido crecer al apostar por internet, donde puede leerse un 30% de sus contenidos de manera gratuita y el resto bajo suscripción.

Lo que no quedó muy claro, porque nadie lo sabe (o eso parece), es de qué manera la tecnología -la nueva manera de leer, es decir, de pensar, que inevitablemente ha implantado la cultura del hipervínculo- afectará a esa otra construcción humana que es la literatura; no a la lectura, sino a la creación, al origen de un texto. Por lo visto se sabrá pronto.

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