Arte

Las pinturas del siglo de oro español del Ermitage deslumbran en Italia

  • Pavia acoge la muestra 'De Velázquez a Murillo', compuesta por cuadros procedentes del célebre museo que nunca se habían visto fuera de Rusia

Las obras de los máximos exponentes de la pintura del Siglo de Oro español deslumbran en Pavía (Italia) con la exposición De Velázquez a Murillo, un recorrido desde el realismo renacentista hasta el barroco, con lienzos del fondo del Museo Ermitage que se exhiben por primera vez fuera de Rusia. La muestra, que alberga el castillo medieval Visconteo de la ciudad lombarda, acoge una selección de unas cincuenta obras procedentes de la colección de pintura española del Museo Ermitage, en Rusia, la más rica existente fuera de España gracias a la afición coleccionista de emperatrices y zares.

La iniciativa nace de los lazos históricos y culturales entre Lombardía y del Reino de España, que, con la batalla de Pavía de 1525, conquistó el Ducado de Milán y comprende un periodo del siglo XVI al XVII, que corresponde a los siglos de mayor esplendor político, militar, cultural y artístico de España. Una época que se revive en Pavía, gracias a una colección de arte, en parte inédita, que representa la mejor pintura española de los siglos XVI y XVII y entre la que destacan telas de los sevillanos Diego Velázquez y Bartolomé Esteban Murillo, del valenciano José de Ribera y del extremeño Francisco de Zurbarán.

Se exhiben también cuadros de Antonio de Pereda, Francisco Ribalta, Claudio Coello, Alonso Cano, Juan Valdés Leal, Juan Carrero de la Miranda, Navarrete y Carvajal, entre otros, que componen un panorama exhaustivo y fascinante de una era de extraordinario esplendor de las artes figurativas.

La colección de arte español en Rusia, la comenzó la emperatriz Catalina la Grande quien compró al mercante berlinés Iohann Gozkowski, parte del fondo del primer ministro inglés de los reyes Jorge I y Jorge II, George Walpole, entre ellas La preparación de los dulces de un joven Murillo y la La muerte de San José, del granadino Antonio Cano.

También de Alonso Cano, Cristo y San Juan Bautista niño entró en la corte del zar en la primera mitad del XIX, cuando Alejandro I decidió comprar 84 obras de arte español, como La Cabeza Masculina de Perfil" de Velázquez, bellísimo fragmento de un cuadro desaparecido y que según la comisaria, Ludmila Kagane pertenece a su primera época sevillana (16161-1617).

Los contrastes de claroscuro y el intenso naturalismo de Ribera se aprecian en Los apóstoles sobre la tumba de Cristo y en El martirio de Santa Catalina, probablemente parte de un retablo realizado para la Catedral de Valencia, refirió Kagane. Iconografía religiosa por tanto, encargada a los autores por iglesias y conventos por lo que los óleos aparecen fieles a los modelos estilísticos y a los cánones formales de la Contrarreforma.

Sin embargo, la expresividad y la originalidad del lenguaje pictórico empleado dan vida a representaciones muy diferenciadas, "algunas por un dramatismo exasperado, otras por un sensible patetismo y algunas por un misticismo visionario", explicó la también comisaria Susanna Zatti.

Uno de los cuadros más significativos es La Inmaculada Concepción de Murillo, que perteneció al Marqués Esquilache, Ministro de Finanzas y de Asuntos Militares de Carlos III, y su Anunciación, una Virgen envuelta en una escena rica de luz y aire. Se puede, además, admirar Ecce Homo del tenebrista valenciano Ribera, que nunca fue expuesto fuera del Ermitage, excepto en Valencia, que desvela el dramatismo y el dolor de los protagonistas basado en elecciones cromáticas y contrastes de tonos.

Junto a las representaciones religiosas en las que el barroco español sobresalió entre toda la pintura europea, se exhiben varios retratos: rigurosos y esenciales como los de Zurbarán (San Francisco con la calavera en la mano), suntuosos y penetrantes a la manera de Velázquez (Retrato de hombre), suaves y pastosos como los de Murillo (Mujeres en la rejilla de una ventana), además de paisajes y escenas de la vida cotidiana.

La exposición en suma, propone un recorrido que atraviesa España y, sobre todo, sus centros de mayor importancia artística, desde la corte madrileña a Toledo, Sevilla y Valencia, para desvelar la evolución de la pintura española de este período, "absolutamente original por la riqueza expresiva y técnica refinada, aportando una herencia de luminosidad para toda la pintura del XVII del Viejo y Nuevo mundo", dijo.

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