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Crítica música

Cuando la burocracia asfixia la excelencia

Esperanza Martín López. Ciclo de Jóvenes Intérpretes del Teatro de la Maestranza. Piano: Esperanza Martín López. Programa: Sonata nº 8 op 13, 'Patética', de L. van Beethoven; Vals-Impromptu, de F. Liszt; Scherzo nº 2 op. 31, de F. Chopin; 'Rondeña', de I. Albéniz; Tres preludios, de G. Gershwin. Fecha: Miércoles, 20 de enero. Lugar: Teatro de la Maestranza (Sala Manuel García). Aforo: Algo más de la mitad.

El caso de esta ya artista, gozosa realidad más que promesa de la que ya sólo cabe esperar una carrera ascendente hasta los más altos niveles es, como otros muchos casos, la más clara prueba de la ineficacia y de la esclerosis que está matando nuestro sistema educativo. Si nadie en la Consejería de Educación se atreve a aplicar el sentido común, chicos y chicas como Esperanza Martín que a sus dieciséis años han mostrado un dominio musical tal como para poder adelantar de curso y terminar anticipadamente el Grado Profesional, tendrán que esperar un año en blanco para poder presentarse al acceso al Grado Superior por no tener la edad exigida. Un sinsentido que está llevando a tantos jóvenes músicos andaluces a continuar su formación en centros más flexibles fuera de nuestra comunidad. Al final, la tan cacareada atención a la diversidad con que nos bombardean cada día en los centros educativos sólo se aplica para torpes y vagos, nunca para los que sobresalen y sobreviven en el aula.

Todo lo anterior es aún más sangrante cuando uno conoce a esta estupenda pianista que ha alcanzado ya grados de madurez interpetativa que ya quisieran para sí muchos pianistas profesionales. Tras su aspecto frágil y tímido se esconde una fuerte carga de energía musical que aflora en cuanto se ponen sus manos en acción en obras a su medida. Así ocurrió con la Patética de Beethoven, en cuyo primer movimiento combinó lo enérgico con lo introspectivo, siempre desde la claridad articulatoria y la atención a los detalles, como las apoyaturas de los primeros compases. A veces, como en Chopin, su tendencia al arrebato le lleva a no dejar respirar a las melodías, algo que irá mejorando sin duda. Delicado sentido del color mostró en Liszt y en Albéniz, muy transparente este último. Y de colofón, el dominio del ritmo en Gershwin.

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