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Cine

Un muro de sonido

  • Martin Scorsese y Robbie Robertson acuden a la música 'seria' del siglo XX para la banda sonora de 'Shutter Island'

Elmer Bernstein recordaba cómo era un auténtico espectáculo ver trabajar a Martin Scorsese en la sala de montaje, probando una y otra vez la efectividad de las canciones de su colección de discos de vinilo junto a las imágenes de su película. Desde los días de Malas calles, el director italoamericano se ha caracterizado por ser uno de los cineastas que mejor ha sabido integrar en el cine la música no original y las canciones (del repertorio clásico al pop-rock), capaz de hacer bailar al Jake La Motta de Toro salvaje al son del Intermezzo de la Cavalleria Rusticana de Mascagni o de hacer volar por los aires al mafioso Sam Rothsein de Casino bajo los acordes solemnes de La Pasión según San Mateo de Bach.

En muchas de estas bandas sonoras (El rey de la comedia, El color del dinero, Gangs of New York, Infiltrados), su amigo Robbie Robertson, antiguo miembro de The Band, cuyo mítico concierto de despedida fue filmado por Scorsese en El último vals, ha sido su ayudante y colaborador de lujo en la tarea de seleccionar y producir esos temas y fragmentos de diversa procedencia que iban a acabar por convertirse en parte indisoluble del sentido del filme.

A diferencia de sus predecesoras, la banda sonora de Shutter Island presenta particularidad de ser la primera en la que Robertson y Scorsese acuden al repertorio de la música contemporánea del siglo XX como materia prima para su diseño. La película adapta la novela del mismo nombre de Dennis Lehane y está ambientada en un penal-psiquiátrico en el que se desarrollan extraños acontecimientos bajo la mirada atribulada del inspector de policía que interpreta Di Caprio.

Si el filme busca su inspiración visual en las formas alucinadas y expresionistas de las películas de serie B producidas por Val Lewton para la RKO en los años 40, resulta inevitable establecer un vínculo conceptual entre su banda sonora y las de dos filmes de Stanley Kubrick, 2001, Una odisea del espacio y El resplandor, que se adentran en la locura, lo desconocido y el misterio de la existencia, y en los que podemos escuchar las composiciones de Bartok, Penderecki o los "zumbidos insectoides" (Alex Ross) de las Atmospherès de György Ligeti.

Esta asociación entre la locura, lo misterioso o lo sobrenatural y la emancipación de la disonancia, las formas libres, las texturas y la explícita materialidad sonora de la música contemporánea se concreta ahora en una selección, un auténtico "muro de sonido", en palabras del propio Scorsese, que apuesta por las "atmósferas" sombrías, el eco arcano e indefinido, la eterna suspensión o las tensas densidades orquestales de piezas de compositores norteamericanos contemporáneos como Ingram Marshall, John Adams, Morton Feldman, Lou Harrison, George David Weiss y John Cage, éste último presente a través de su música para piano preparado y percutido, y también en las de otros grandes nombres de la música de vanguardia europea como los propios Penderecki y Ligeti, de los que se incluyen la Sinfonía nº 3 y Lontano, respectivamente, el ruso Schnittke o el italiano Scelsi.

Junto a ellos, Scorsese y Robertson han integrado también en su banda sonora los sugerentes paisajes electrónicos de Brian Eno, el minimalismo melancólico de Max Richter o los collages sonoros del videocreador Nam June Paik, piezas interiores que conviven con el lejano eco realista de la época (años 50) que apuntan las canciones de Dinah Washigton, Kay Starr, Lonnie Johnson o Johnnie Ray.

Varios. 2 CD. Rhino / Warner. 117 minutos.

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