Flamenco

Un libelo crecidito

  • Barataria publica un ampliado 'Alegato contra la pureza', donde Ortiz Nuevo vuelca su biografía personal y flamenca

José Luis Ortiz Nuevo. Sevilla, Barataria, 254 páginas.

En un estilo arcaizante y preñado de arcaísmos, fruto de su largo trato con los cronistas y gacetilleros del XIX a la busca de los orígenes de nuestro arte, José Luis Ortiz Nuevo hace una apuesta y propuesta en esta obra por la vanguardia y la mezcla. Más por la mezcla, aunque también por la vanguardia. Original de 1996 (Barcelona, Libros PM), la nueva edición se ha visto aumentada en casi el doble de su tamaño por escritos volanderos aparecidos y sin aparecer en estos 14 años. Artículos de prensa, trabajos de encargo, etc., a los que se añade una serie de notas y matizaciones del original. Aunque el autor señala que está de acuerdo con lo que escribió, matiza, por ejemplo, su diatriba (encendida, sí, pero no injuriosa) contra Mairena. No la matiza, se limita a pedir perdón por las formas. Esto lo honra, cuando en el original mismo llega a decirle al maestro de los Alcores unos "usted dispense" y "lo siento" que nacen del alma. A este "lo siento" suma Ortiz en su nueva entrega dos "perdón".

Aunque José Luis Ortiz Nuevo se identifica al cien por cien con la emoción de la memoria de Pericón, la Periñaca, Matrona, Enrique el Cojo, el Borrico de Jerez y el Flamenco (¿Se sabe algo?, Sevilla, el Carro de Nieve, 1990), éste es sin duda su libro más personal. Y mejor, para el gusto mío. Es el libro donde este hombre reticente y pudoroso más se desnuda. Y ¿qué es el arte sino desnudez? Porque esto es una obra de arte. Aunque nuestro autor lo presenta, sinceramente, como un ensayo con el que suscitar el debate razonado y razonable, el libro me vence y me convence por razones y emociones puramente literarias: por la forma lingüística y por el contenido emocional. Ortiz se vuelca en su alegato. Vuelca su biografía personal y flamenca (resulta deliciosa su lectura crítica de sus primeros escritos) en su obra.

Da razones y da más, no sé si sin querer, pasiones. A estas alturas a mí me interesan más las segundas, aunque es cierto, como apunta Ortiz, que el flamenco ha tenido demasiadas pocas de las primeras. Me quedo antes con el placer de la lectura que con la discusión. No me interesan las discusiones. Y al flamenco, al parecer, tampoco: el propio Ortiz señala la escasa polémica que levantó su obra en su momento, como no fuera esos dos encendidos y obtusos Manifiestos en defensa del cante flamenco.

Se nota en estos pasajes de Ortiz un cierto desánimo y cansancio. Sin embargo, no creo que sea cierto el análisis que hace en este punto, el de que en la intelectualidad flamenca impera el inmovilismo y el esencialismo retrógrado, no el otro. La práctica desmiente el diagnóstico: el Premio Nacional de Música para Enrique Morente, el Premio Nacional de Danza para Israel Galván... por hablar sólo del ámbito institucional. ¿Y qué decir del gran Manuel Agujetas, héroe flamenco primitivista, uno de los más reputados cantaores, de los más solicitados y de los que más discos ha impresionado? ¿No les parece que es vanguardia pura, este consciente, artificioso, visceral y radical retorno a la caverna, a una caverna que seguramente nunca ha existido como tal? Y es que el primitivismo siempre fue seña de identidad de la vanguardia. Como decía aquí mismo la semana pasada, hay tantos retrógrados fuera como dentro, y el flamenco es un animal vivo, con muchas caras, que se mueve en todas las direcciones, pasado y futuro incluso.

Pasión y pulsión juvenil alimentan esta obra de un cuarentón largo, en plena forma. Reivindica también la afición y entrega de los guiris, que casi siempre es más sabia y más generosa que la de los nacionales, según resalta. El Alegato es un resumen de sus posturas, de sus pasos y su pensar por y en el flamenco, por eso es un resumen del resto de su obra literaria jonda. Aquí, a la reflexión sucede el improperio, a la exaltación vital la copla poética.

Denuncia el autor de esta obra la desvergonzada injerencia, hace unos años, de la administración pública en asuntos de cultura, que no ocurriera ni en tiempos del dictador: fíjense ustedes la que nos ha caído en pocos años. Lo que antes era denunciable hoy es el pan de cada día de manera que en las ruedas de prensa de los festivales los concejales de cultura y fiestas mayores les quitan el sitio a los artistas. No quieren que nadie les reste protagonismo.

Deliciosa la nueva edición de Barataria, de cuidado diseño, con resaltes de citas y coplas, con uso de diferentes tipos, estilos y tamaños del texto, con un concepto visual, geométrico, circular, que se adapta y sirve al contenido e intenciones literarias.

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