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Carlus Padrissa. Director de escena

"Con la Fura dels Baus la ópera se ha vuelto más desvergonzada"

  • La compañía catalana regresa a Sevilla con 'El oro del Rin', una producción del Palau de les Arts de Valencia del primer título de la célebre tetralogía de Wagner con la que el Maestranza abre su temporada operística

Con motivo de la presentación en el Teatro de la Maestranza de El oro del Rin -primer título de la célebre tetralogía wagneriana producida por el Palau de les Arts de Valencia, estrenada en 2007 en la capital levantina-, la compañía catalana La Fura dels Baus vuelve el próximo 4 de noviembre a Sevilla, con mejores modales, pero justo al lugar donde se presentó hace ahora un cuarto de siglo. 

 

Fue, efectivamente, en el solar que hoy ocupa el Teatro Maestranza, en el ámbito de una muestra pública de teatro que el director de escena Ricardo Iniesta había bautizado como Cita Internacional de Teatro de Acción y que luego se conocería sencillamente como Cita en Sevilla. En ese lugar fue donde los sevillanos se encontraron por primera vez con aquella agresiva y poética alucinación urbana llamada Accions ."Alteración física de un espacio", lo llamó La Fura dels Baus, una cooperativa que vivía en comuna en el pueblecito catalán de Moià donde aún residen algunos familiares de uno de sus fundadores: Carlus Padrissa. Más tarde llegarían, entre otros, Suz/o/Suz (1985), Tier Mon (1988)... y un gran éxito nacional e internacional. Entonces la compañía, asumiendo intérpretes de distinta procedencia, se aventuró por otros caminos, como el del teatro de texto (Fausto versión 3.0, en 1998) o la pornografía (XXX, de 2002) que encontraron su sitio en el Teatro Central y ahora, después de una larga carrera de macroespectáculos iniciada con los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, la Fura, en la figura del inquieto y vital Carlus Padrissa, se ha plegado a las exigencias del escenario a la italiana y, después de Mozart, desemboca de manera natural en la enérgica música de Wagner.

 

-¿Qué ha hecho una "organización delictiva dentro del panorama actual del arte", como se definía La Fura en su Manifiesto Canalla, para acabar en el mundo sofisticado y complejo de la ópera? 

 

-Pues nos hemos reciclado. Aunque yo creo que no hemos cambiado tanto. Nos hemos ido transformando a la par que la sociedad, pero a mí siempre me ha gustado la música. De hecho, la primera vez que vine a Sevilla, en el 77, tocaba la flauta en la calle para sobrevivir. Y cuando en mi pueblo, de niño, íbamos a jugar con los cachivaches que tiraban al río Baus (sí, el que da nombre a nuestro grupo, junto con Fura, que significa hurón), nos colábamos en la casa que fue del tenor Francisco Viñas y admirábamos las estatuas de Parsifal, Lohengrin y otros personajes que tenía en su jardín. Yo incluso tomé clases de canto. Y si os acordáis, Accions comenzaba con un grave que retumbaba en el estómago de los espectadores como un mazazo; el mismo grave en Mi bemol, de más de 130 compases, con que comienza El oro del Rin.

 

-¿Quiere decir que fue el pueblo de Moià el culpable de todo; de los bidones que utilizaban al principio como instrumentos de percusión y de ese Mediterránea que realizaron en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de 1992, donde trabajaron por primera vez con una orquesta? 

 

-No, no, en realidad la gran culpable de todo es Andalucía. En el 92 es cierto que nos enfrentamos por primera vez a un trabajo de enormes dimensiones, con una orquesta sinfónica, y con Sakamoto, no lo olvidemos. Pero gracias a nuestro personaje de Hércules -¿se acuerdan?- nos encargaron La Atlántida, la cantata escénica de Falla con la que inauguramos en 1996 el Festival de Música y Danza de Granada y el verdadero principio de nuestra relación con la ópera. Porque Gérard Mortier, que nos vio en Granada, nos llevó a Salzburgo y luego yo fui a ver a Zubin Mehta (director del Festival Mediterrani de Valencia), que estaba buscando un director de escena... Y heme aquí con la tetralogía completa de Wagner ya en los escenarios y con tres o cuatro nuevas propuestas que, de verdad, no sé aún si voy a aceptar.

 

-Por suerte hay ya muchos buenos directores teatrales dirigiendo ópera, puesto que en ésta la escena pesa tanto como las voces. Y mucho más con Wagner, cuyo concepto de ópera como espectáculo total le exigió la creación de un nuevo teatro -el Festspielhaus de Bayreuth- para representarla. ¿Qué ha aportado la Fura a esta ópera, además del tan alabado impacto visual?

 

-Pues yo creo que una gran dosis de desvergüenza. Bueno, en serio, yo creo que después de montajes tan psicológicos que se han hecho, donde los dioses, Wotan en este caso, se convierten en directores de fábricas o de casinos, nuestra versión busca de nuevo la ecología profunda; volver a la naturaleza, a lo atávico. Aquí el oro es la persona, la gente y los que lo roban tal vez podrían ser esclavistas que los quieren someter. Son los mortales los que se convierten en divinidades, como cuando beben en las fiestas dionisíacas y se creen dioses. Por eso utilizamos figuras fantásticas, y la luz…

 

-Desde sus comienzos les han interesado los cuerpos desnudos pero también les ha fascinado la tecnología. ¿Es ésta, con sus 12 pantallas, la protagonista de este montaje?

 

-No, en absoluto, en otras quizá sí, pero en esta ópera concretamente la tecnología no es nada sofisticada. Hemos usado sobre todo la técnica más simple, la de la palanca, la que utilizaba Wagner en su estreno de 1876. Y los proyectores de vídeo, que utilizamos sobre todo para seguir los motivos musicales wagnerianos, salvo uno, son todos normalísimos.

 

-Pero aprovechando la saga islandesa que inspiró el libreto, hacen que los cantantes se suban a dos enormes robots para interpretar a los dos gigantes y que las tres ondinas estén siempre bien fresquitas en sus estanques. ¿No se les ha rebelado ningún cantante?

 

--¡Qué va! Están todos encantados. En primer lugar, hay unos dobles de la Fura para enseñarles todos los movimientos, y a las ondinas les ponemos el agua como ellas quieren de calentita. Además, hemos comprobado que debajo del agua se puede oír perfectamente a la orquesta. Creo que hemos conseguido que todos disfruten. Dentro y fuera del escenario.

'El oro del Rin'. Teatro de la Maestranza. Jueves 4, sábado 6, lunes 8 y miércoles 10 de noviembre. A las 20:30. De 38 a 93 euros. www.teatromaestranza.com

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