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Cultura

Henry James ante el paraíso de su infancia

  • Sexto Piso publica ‘Nueva York’, una antología de ficciones de Henry James en las que el autor describe la extrañeza ante una ciudad natal que ya no reconoce. El volumen incluye clásicos como ‘Washington Square’ junto a obras inéditas hasta ahora en España

Henry James (Nueva York, 1843 – Londres, 1916) supo aprovechar su condición de expatriado para afinar su capacidad de observación y explorar con sutileza los contrastes entre la sofisticación europea y la audacia norteamericana, pero ese desdoblamiento debió causar en el autor una permanente sensación de desarraigo. En ese extrañamiento Nueva York, la ciudad natal del escritor, se transformó en una herida imposible de cicatrizar que se abriría en cada nuevo contacto con ella, un paraíso perdido de la infancia en el que el niño ya no podía reconocer la mayor parte de los rincones por las transformaciones que había experimentado la urbe. La antología Nueva York, que ha editado en España Sexto Piso y que recoge una serie de textos ambientados en la ciudad, desde su célebre Washington Square hasta obras inéditas aquí como Impresiones de una prima o La coherencia de Crawford, permite ahondar en el desencuentro del narrador con una capital que en su afán de reinventarse perdió, para su antiguo habitante, sus esencias características.

Para Colm Tóibín, artífice de la selección y el prólogo de este compendio, la recreación de la Gran Manzana es uno de los flancos en los que James, propenso a esconderse tras sus creaciones, revela más de su alma habitualmente esquiva. Los pasajes que dedica a su ciudad ponen de manifiesto “cierta ira, una ira que no se parece a ninguna otra en James, la que le provocaba todo lo que había perdido y todo lo que, en nombre del progreso, se había hecho en una ciudad que conocía tan bien. No se trata de la ira comprensible que podría sentirse ante la destrucción de algo bello y familiar, sino de algo más extraño y complejo”.

Nueva York, sin respeto por la tradición, impone un ritmo frenético y en ella “hay que mudarse cada dos o tres años, es la única manera de conseguir lo último”, como asegura uno de los personajes de esa Washington Square que James ambientaría en los años de su infancia y en la que tomaría como modelo la vivienda de su abuela para retratar la casa del doctor Sloper. En el universo de James no hay estampas idealizadas de la gran ciudad. El comienzo de Impresiones de una prima no puede ser más rotundo en este sentido: “¡Aquí no hay nada que dibujar! Llevo dibujando diez años, y creo que no lo hago nada mal. Pero, ¿cómo me voy a poner a dibujar la Calle 53? A veces llego incluso a pensar que cómo puedo vivir en la Calle 53...”. En La vieja Cornelia, parece ser el mismo James el que se expresa cuando añora “aquella época tan sociable y bucólica que tanto disfrutamos y que tan poco se parece a la fiebre moderna de esta época en la que cualquier amabilidad parece tan maltrecha como si la hubiesen arrojado desde la planta quince de un rascacielos”.

Un episodio internacional, la aventura de dos jóvenes ingleses en América, contiene quizás la descripción más indulgente de Nueva York de toda la antología. A su llegada, los personajes quedarán deslumbrados por esa “sensación de frescura, luminosidad y juventud que parecían emanar tanto las personas como las cosas”.

Más allá del valor testimonial de los sentimientos que causaba en James su ciudad, el libro condensa en sus páginas las virtudes que hicieron de James un maestro de la narrativa: la elegancia de su prosa, el vigor de los diálogos y la inteligencia en el retrato de sus personajes. Historia de una obra maestra, un relato de 1868 que abre el volumen, es un ejemplo de las aptitudes de James para adentrarse en los territorios resbaladizos del alma humana. La peripecia de un hombre que empieza a intuir la verdadera naturaleza de su prometida al contemplarla en un retrato que le ha hecho un pintor, que anteriormente estuvo enamorado de ella, inicia una serie de narraciones sobre la fragilidad de las relaciones y la incomunicación entre hombres y mujeres. Un camino por el que continuarán los relatos posteriores: en Un caso de lo más extraordinario, un superviviente de la guerra que pasa su convalecencia en casa de una tía suya se enamora sin fortuna de la sobrina de su anfitriona; en La coherencia de Crawford un hombre abandonado se casa con una mujer de clase inferior ante la que el narrador vaticina un futuro lleno de vulgaridad e ignorancia.

Nueva York ofrece así no sólo el recorrido por una ciudad vertiginosa, también un amplio fresco de lo humano. Para Andrés Barba, uno de los traductores del libro, el verdadero James se vislumbra detrás de estas ficciones, “nunca como en estos textos se adivina qué atemorizaba de verdad su corazón”.

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