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Cultura

Mis queridos drugos

  • En 2011 se cumplen 40 años del estreno de 'La naranja mecánica'. El director del Festival de cine de Málaga, Carmelo Romero, organizó su primera proyección en España, en Semici de 1974.

El 20 de diciembre de 1971 se celebró la primera proyección pública en Estados Unidos de La naranja mecánica, adaptación de la novela de Anthony Burgess dirigida por Stanley Kubrick, protagonizada por Malcolm McDowell y clasificada X por las autoridades norteamericanas. En enero del año siguiente, la cinta tuvo su estreno comercial en Inglaterra, donde fue retirada de los circuitos posteriormente por el propio Kubrick, acusado, no sin virulencia, de instigar a la violencia a la juventud británica. Mucho se ha escrito y dicho desde entonces sobre esta producción adorada (Buñuel la consideró la primera película que representaba el significado del mundo moderno) y odiada a partes iguales y sometida a todo tipo de leyendas sobre el rodaje, sus consecuencias físicas en el reparto, la censura y la tormentosa relación entre Kubrick, Burgess y McDowell. Pero al hilo del 40 aniversario, cabe profundizar en un caso más cercano: el de su primera proyección en España, organizada en la edición de la Semana Internacional de Cine (Seminci) de Valladolid de 1974. El entonces director del certamen, Carmelo Romero, es hoy el responsable del Festival de Málaga de Cine Español.

Semejante episodio es digno de recordar (el mismo Romero, que pasó un auténtico calvario a cuenta de aquella proyección, lo ha hecho en algunas publicaciones) porque da cuenta del modo en que el cine puede influir, más allá de lo artístico, en el ambiente político y social. Romero vio la película por primera vez en 1972 en Montreal "e inmediatamente quedé conquistado por su energía". Pero no imaginaba que el mismo título llegaría a sus manos poco después: "Por entonces era normal que la Dirección General de Cine del Ministerio pactara con las distribuidoras la exhibición especial en festivales de películas problemáticas; se trataba de probar, de ver la reacción de la gente, y a partir de ahí autorizar su distribución o no. En el caso de Jesucristo Superstar, que también estrenamos en la Seminci, anunciamos el pase para un sábado y el viernes antes se reunió el Consejo de Ministros con Franco para estudiar si intervenían. Mientras, la gente rezaba en el cine donde se iba a proyectar de rodillas, exigiendo su prohibición, sin saber que poco después la pondrían en todas las catequesis de España. Cuando la Warner me ofreció La naranja mecánica, acepté de inmediato. Quería presentar aquí esa película".

El proceso siguió al principio su orden natural. Romero recibió la copia con tiempo suficiente para preparar las sesiones previstas para abril. Pero poco después la reclamaron desde la misma Warner, con la excusa de que la reemplazarían por otra de mayor calidad. "Yo la devolví, a pesar de que un amigo del Ministerio me había advertido de que no lo hiciera", apunta Romero. "Pasaron los días y la segunda copia no llegaba. Hasta que descubrí lo que ocurría. El mismo Kubrick se enteró de nuestra intención de proyectarla y tal vez Valladolid no le pareció el lugar idóneo; lo cierto es que mandó a la Warner secuestrar la cinta. Y así lo hicieron". La solución fue digna del Dr. Strangelove: "Yo tenía un amigo en la Warner, así que le pedí ayuda. Se ofreció a ir a Londres y pedir permiso a Kubrick en persona, pero tuvimos que preparar bien la estrategia. Escribí una carta para que la llevara mi amigo en la que aseguraba a Kubrick que La naranja mecánica se proyectaría en la Universidad, lo que al parecer sí era de su agrado, y con las condiciones de imagen y sonido que él considerara oportunas. Mentimos como bellacos, pero al final accedió, a cambio de una serie detallada de instrucciones que, claro, no cumplimos".

Tras la devolución de la copia se organizaron dos proyecciones en dos cines comerciales de la capital: el Avenida y el Carrión. "Tuve que dedicar la primera completa a los abonados, lo que me granjeó algunos enemigos. En la segunda, la del Carrión, me dejaron sacar entradas a la venta". Pero aún no todo estaba dicho: "Nada más abrirse la taquilla me llamaron. Me dijeron que no quedaban localidades y que tenía que ir al instante. Fui y hablé con la taquillera. Ella me dijo que el propietario del cine, Don Emilio, había repartido todas las entradas entre sus amigos. Yo amenacé con denunciarlo. Al final logré poner a la venta bastantes butacas. Pero algunos que llevaban haciendo cola 24 horas no pudieron entrar". Más emoción: "A la mitad de la proyección entró en la sala la Policía preguntando por mí. Me dijeron que había un aviso de bomba y que había que parar aquello. Imaginé que se trataba de alguno de los que se habían quedado sin entrada y les dije que no, que íbamos a seguir y que yo asumía toda la responsabilidad. El 74 no era un buen año precisamente para bromear con bombas". En 1975, La naranja mecánica llegó a las salas de arte y ensayo, en versión original. Y en el 78 se estrenó doblada. El resto es historia.

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