Cultura

Fértil apropiacionismo

  • La Galería Alarcón-Criado presenta la muestra 'Holy Bubble', de la artista valenciana Tania Blanco

Holy Bubble. Tania Blanco. Galería Alarcón-Criado (antes Full Art). Calle Madrid, 3, B-6, Sevilla. Hasta el 18 de marzo.

La ciencia ejerce fascinación sobre el arte. En otros tiempos, cuando ambos dominios del saber apenas estaban separados entre sí, ciertos artistas indagaron las posibilidades formales de la geometría y la aritmética (estrechamente vinculada entonces a la música): Durero estudió la sección áurea y Alberti las proporciones numéricas, en pos de los armónicos musicales. Un camino paralelo trazaron autores que elaboraban extrañas figuras, grotteschi, fusionando rasgos de la figura humana y formas naturales. Puede que las pinturas de Archimboldo estén relacionadas con el atractivo ejercido por ese tipo de figuras.

La formación de la ciencia como discurso autónomo, separado del universo religioso y de las elaboraciones artísticas, fomentó la curiosidad por ciertas formas naturales: así, las colecciones de arte incorporaban con frecuencia minerales cristalizados o vegetales exóticos. No es casual que los museos de Bellas Artes nazcan a la vez que los de historia natural y los jardines botánicos. Pero también en la época moderna, cuando la ciencia crea lenguajes mucho más estilizados y métodos de observación más sofisticados, el arte experimenta con tales posibilidades: el cálculo combinatorio y la teoría de conjuntos están en la base de los trabajos de Manuel Barbadillo o Elena Asins, y las indagaciones de la percepción impulsan las obras del Jesús Rafael Soto.

Quizá quepa incluir en esta relación a Tania Blanco (Valencia, 1978), aunque en su obra parece influir no tanto el cálculo o el análisis científico cuanto las cualidades plásticas de algunos diagramas elaborados por la ciencia (para representar el sistema circulatorio, por ejemplo) o de ciertas formas orgánicas sólo patentes al microscopio. Blanco aborda estas figuras con un temple irónico que hace pensar a veces en otra tradición artística: la iniciada por autores como Duchamp o Picabia, relacionando organismos o perfiles biológicos con la máquina.

Es éste uno de los atractivos del trabajo de Tania Blanco. Puede apreciarse en lo que a primera vista se antoja un muestrario de preparados biológicos: los ordenados recipientes contienen fotografías, en transparencia, de abstracciones que recuerdan a cultivos celulares o cadenas moleculares como las que se conservan en laboratorios histológicos. Frente a este objeto, con aire de escultura, la serie fotográfica titulada Cell Pearls cuyas formas remiten de nuevo al microcosmos celular pero que son elaboraciones en las que formas geométricas y orgánicas se contraponen y complementan. Las breves frases al pie de cada fotografía son poemas de urgencia que establecen con la correspondiente figura un espacio de reflexión. No son títulos sino textos contrapuestos a las fotos, de modo que el espectador haga trabajar su imaginación en ese territorio definido por la imagen y la palabra.

Sleep Vademecum es también una larga serie, pero elaborada con pintura acrílica sobre tablas circulares. Entre las figuras, tiene particular protagonismo el ojo, representado a veces como una máquina y otras de acuerdo a las construcciones y esquemas que muestran su anatomía en diagramas desmontables en tres dimensiones. Otro tema de reflexión es el arbol que se compara en reiteradas ocasiones a otras enramadas: las de los capilares del sistema circulatorio. Entre estas piezas de formato pequeño y medio, destaca una de ellas que muestra otra variante del peculiar apropiacionismo de Tania Blanco: la mujer con el atavío característico del cirujano tiene la misma actitud que La joven de la perla y luce en efecto ese tipo de pendiente.

La obra de mayor formato dentro de esta misma serie puede ser otra evocación de la historia del arte: la joven lleva en el regazo un animalillo, tal vez un armiño, y aparece de perfil con la prestancia de las damas de Ghirlandajo. También aparecen en el cuadro formas a las que ya me he referido: ramificaciones de la circulación sanguínea en los brazos diseñan una especie de largo guante, mientras que el pabellón auditivo de la muchacha ha sido sustituido por el diagrama de un riñón. No sé si así se sugiere una oculta afinidad entre esos órganos. Sí es patente la eficacia figurativa de esta suerte de collage pictórico, porque el diagrama funciona visualmente como un extraño tocado, casi una diadema.

La obra de Tania Blanco es, en suma, más que correcta. Tiene la frescura de una búsqueda que no excluye de antemano esferas o dominios de interés. El centro de atención puede ser el apropiacionismo pero quizá sea más un punto de partida que un programa ya formado. Por eso sorprende la variedad de su indagación que tiene el atractivo de una experimentación fértil, dados los resultados, pero abierta.

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