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Cultura

La tierra que canta

Jueves Flamencos. Cante: Tomás de Perrate, Inés Bacán. Guitarra: Antonio Moya. Lugar: Sala Joaquín Turina, Centro Cultural Cajasol. Fecha: Jueves 19 de mayo. Aforo: Tres cuartos de entrada.

Tomás de Perrate es el cante mineral, pétreo, que apela a los valores más básicos pero que, curiosamente, en la noche de ayer se mostró más elocuente en la picardía, en el juego del cuplé por bulerías. Entregado en la malagueña y correcto en soleares y seguiriyas, fue sin embargo la fiesta lo que me llegó. Inés Bacán es una llorona medieval, una efigie, una máscara de perfiles totémicos: la diosa de la pena. Cuando Inés Bacán nos canta sus penas, también encontramos, los que la escuchamos, consuelo para nuestros males. Bacán no se anda con artificios, va al centro, a la cuestión. Conserva aún esa frescura, ese aire naif de sus inicios. Aunque se ha convertido en una intérprete más redonda, ampliando su repertorio y sus registros, pero con ese aire de la campiña. Ambos son dos cantaores muy arraigados, con peso, comprometidos con lo que pisan.

Antonio Moya, por su parte, aunque natural de Francia y de orígenes jiennenses, se ha aclimatado a la perfección a los aires del camino que va de Utrera a Lebrija. Discípulo predilecto de Pedro Bacán, une, a la pulcritud y la dulzura de su toque, una atención y un cuidado del cante encomiable. El toque de Moya es luz y es tierra, como el cante de Tomás de Perrate es piedra y el de Inés Bacán esa misma piedra degastada por el tiempo y humedecida por la lluvia, por el llanto.

Austeridad y sentimiento aderezada con dulzura, todo en una sola noche, ¿alguien da más?

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