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La ciudad y los días

carlos / colón

No hay "ellos", sólo "nosotros"

DE los muchos comentarios que los lectores hicieron ayer a la tristísima noticia del asesinato de una niña de siete años en las Tres Mil Viviendas me quedo con dos. Uno decía: "Hola, soy de las 3. 000 viviendas… Mientras se maten entre ellos está bien pero a veces pillas a inocentes como ya pasó en alguna ocasión. Vivir aquí es como vivir en una cárcel como me pasa a mí y a mi familia, siempre se tiene el temor de salir a la calle por estas malditas personas…". Otro corroboraba: "¿Cuánto dinero se ha gastado-tirado la Administración en el Plan Polígono Sur? Al final los vecinos decentes que no les queda más remedio que vivir ahí el único PLAN que tienen en la cabeza es emprender la huida en cuanto tengan ocasión. Con la política de integración hay barrios normales tocados por garbanzos negros como estos pistoleros…".

La desesperación y el miedo hacen que se dé por bueno que "se maten entre ellos". No es admisible. En este caso, además, las víctimas son eso que hipócritamente se llama daños colaterales: parece que los matones iban a por otros. El "ellos" alude a los traficantes de droga que, no exclusivamente pero sí mayoritariamente, allí son gitanos. Decirlo no es racismo. Al contrario: lo racista es silenciar un problema cuyas primeras víctimas son los gitanos. Un colectivo marginado en el que la droga ha irrumpido devastándolo, aumentando su marginación, arrojándolo a formas más agresivas de delincuencia, convirtiendo a muchos en drogodependientes y privándole de sus grandes valores tradicionales.

Una parte considerable del pueblo gitano es víctima de nuevas formas de marginación, más brutales aún que la antigua segregación, y de la droga. Hasta que esto no se reconozca abiertamente y se tomen medidas represivas pero también educativas e integradoras, legales pero también sociales, en las que los propios gitanos asuman el protagonismo respaldados política y socialmente, no se empezará a solucionar una situación terrible ante la que no se pueden cerrar los ojos.

Como dicen los lectores, las personas honradas que pueden hacerlo -gitanos y payos- huyen de las Tres Mil. Y el barrio no deja de hundirse cada vez más mientras otros que eran modestos se deslizan hacia la marginación. No debe existir un "ellos" y un "nosotros" que segregue a payos y gitanos, sólo un nosotros que nos incluya a todos. La raza es accidente, la humildad es esencia.

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