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la campana

José Joaquín León

Los silencios de la Virgen

La Virgen de los Reyes sale con algunos minutos de retraso mientras el cortejo sigue creciendo Un largo repique de campanas de la Giralda anuncia la salida de la Patrona

LA mañana de la Virgen de los Reyes volvió a evocar los silencios de María. Ésta es una procesión de silencios, que no necesita de aplausos ni de gritos, porque todo lo que se quiere saber está por encima de las palabras. Y así se recuerda también que el silencio de Dios, que a veces provoca tanta angustia, se entiende con los silencios de la Virgen, que no son de indiferencia, sino de estar presente. María no necesita de palabras para ser la Madre y dar ejemplo. Por Ella reinan los reyes. Y a Ella la hallamos, silente y sola, en esta mañana única, en la que Sevilla se reencuentra con su devoción mariana más esencial.

La música callada y la soledad sonora, a las que se refirió San Juan de la Cruz, se personifican en la Reina de los Reyes. Y nos recuerda nuestras propias soledades cuando la contemplamos en silencio, sin las distracciones del ambiente, que siempre mantiene un fondo de ruidos. En esta mañana me acuerdo de Antonio Colón Vallecillo, maestro de periodistas, del que no sé si aprendí más de periodismo o de cofradías. Él nos enseñó a ver las tradiciones de Sevilla de una manera no sólo respetuosa, sino también íntima, para vivirlas en plenitud. Sí, en esta mañana se nota la ausencia y el ejemplo de Antonio Colón, que casi siempre veía las procesiones solo. En soledad. Uno y no más. La soledad conduce al silencio, y así nada perturba, ni disuade, ni aparta de nuestros pensamientos y vivencias más íntimas. La soledad y el silencio abruman a quienes tienen miedo.

Hoy casi nadie asiste a las procesiones con esa soledad personal que nos acerca a la esencia de lo que nos convoca. Parejas, familias, grupos de amigos… Son formas también de verlo, que nos harán recordar con el tiempo a personas queridas. Pero asimismo son formas de distraerse. Donde hay dos, ya hay un ruido.

En esta mañana de la Virgen de los Reyes, con el recorrido completamente vallado (lo que crea dos orillas desiguales, aunque aporta más comodidad al cortejo), no es fácil armonizar los silencios con los ruidos. Aunque tampoco todos los ruidos son iguales. Los hay que suenan a gloria, como ese repique de campanas de la Giralda, cuatro minutos después de las ocho de la mañana, que nos anuncia el comienzo de la procesión. Lo siguiente que suena es la música de la Banda Municipal de Sevilla, que está en la esquina de Alemanes con Hernando Colón, desde donde abre el cortejo de la procesión con la interpretación de la marcha Virgen de los Reyes Coronada.

La procesión ha empezado con algunos minutos de retraso, presuntamente porque la Corporación Municipal bajo mazas ha llegado demasiado a lo justo. El cortejo ha crecido en los últimos años por el aumento de hermanos de la Asociación de la Virgen de los Reyes, de modo que ya se ha creado eso que tanto gusta a los cofrades sevillanos: un problema.

Es casi imposible que la Virgen salga a su hora si la Banda Municipal se coloca a las ocho en la esquina de Hernando Colón, y a partir de ahí todo el cortejo hasta la Puerta de los Palos, con el paso incluido. Así que, en próximos años, quizá la Corporación Municipal deba llegar antes y la Banda Municipal situarse más cerca de la Avenida, o la Virgen de los Reyes salir unos minutos más tarde (en contra de la costumbre).

Es buena señal que los hermanos de la Virgen de los Reyes hayan aumentado. A esta procesión siguen asistiendo más mujeres que hombres, pero la presencia de personas es multitudinaria, como se vio en la Avenida, en las repletas gradas del Archivo de Indias o en la atestada plaza del Triunfo. También es notable el aumento de jóvenes, dentro y fuera de la procesión. Así se ha evitado el riesgo de reducirla a una devoción de personas mayores.

Los asistentes a esta procesión se subdividen en madrugadores y apresurados. Los madrugadores son los que asisten a misa antes de que la Virgen salga; y después buscan los mejores lugares del recorrido. Donde hay vallas existe una tentación acuciante de situar un asiento detrás. Y, como aquí nunca hubo palcos ni sillas de pago (ni subvenciones para repartir), se está ocupando ese vacío de comodidad con una proliferación no ya de sillitas de los chinos, sino de banquitos y hasta sillones de playa. Se sabe que no es ninguna novedad, pero la proliferación es ya preocupante, por la estética de camping que puede aportar.

La Virgen de los Reyes vestía el manto verde que le donó Isabel II. Es un tono de los que más la caracterizan, aunque el manto acusa el paso del tiempo. La cuadrilla de Eduardo Bejarano hizo un esfuerzo notable para recuperar el retraso de la salida. ¿Demasiada rapidez por Fray Ceferino y la plaza del Triunfo? Es difícil llevarla de modo que contente a todos.

La Corporación Municipal asistió con una amplia representación, encabezada por el alcalde, Juan Ignacio Zoido. Volviendo a los silencios, anoto que algunos ediles hablan como cotorras, incluso en las procesiones de respeto, como debe ser ésta. Tampoco todos, porque algunos, como Javier Landa o Juan Espadas, iban en su papel oficial. El detalle, por cierto, no pasó desapercibido a algunos feligreses, que se fijan en todo, y comentan que los concejales no se callan. Ellos tampoco.

Los silencios son difíciles de mantener. Y aún más de entender. Los silencios son elocuentes: dejan a solas con la soledad sonora, donde no se oyen las palabras, sino las verdades. Así son los silencios de la Virgen de los Reyes.

Y una curiosidad: cuando entró la Virgen, con la mañana soleada, aún se veía la luna en un cielo de puro y limpio celeste.

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