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La esquina

josé / aguilar

Darse la paz... sin exagerar

EL obispo de Córdoba ha requerido a todos los sacerdotes de su diócesis para que moderen el gesto de desearse la paz en el transcurso de las misas que celebran. Que se moderen ellos y que moderen a los feligreses asistentes.

¿Acaso son unos extremistas de la paz? ¿Unos falsos pacifistas virulentos que necesitan ser reconducidos a la no violencia cristiana? Nada de eso. La moderación que el obispo demanda se refiere a las formas. A las formas en que se practica el acto de darse la paz que lleva años incorporado a la liturgia de la misa católica. (Por cierto, que probablemente es el rito más universal y asumible de toda la misa, ya que gratifica a los creyentes y, a la vez, no incomoda a los agnósticos que acuden, por ejemplo, a un funeral. ¿Quién puede sentirse coaccionado por desear la paz al vecino de asiento, estrechando su mano, y recibir el mismo deseo a la recíproca?).

Lo que piensa el obispo, probablemente con razón, es que el gesto se ha ido desvirtuando con el uso. Lo que comenzó como un acercamiento fraternal y momentáneo al prójimo más próximo en el templo -como una extensión de la paz que deja y da el Sacrificado durante la misa-, ha derivado en un movimiento incontrolado en el que los feligreses se desplazan lejos de su bancada para dar/recibir la paz a/de feligreses menos cercanos, con zancadas, tropiezos, cuchicheos y pérdida de la concentración y el recogimiento. El propio cura oficiante suele bajar del altar para dirigirse a algunos parroquianos de las primeras filas. La sobriedad requerida expresamente por el Cardenal Prefecto de la Congregación del Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos -así se llama el encargado de estas cosas en Roma- ha dado paso a la exageración y la mesura al exceso.

Precisamente cuando las misas van incorporadas a la celebración de sacramentos como el bautismo, la primera comunión o el matrimonio es cuando más proliferan las expresiones inmoderadas del deseo de paz. Muchos fieles aprovechan la ocasión para felicitarse por tales eventos, expresar sus condolencias por alguna muerte reciente, preguntarse por sus asuntos y otros aspectos de la vida social. En fin, que el intercambio rápido de los anhelos de paz correspondidos en voz baja se convierte a veces en un gallinero.

Católicos cordobeses, y andaluces en general: obedezcan al obispo. Una cosa es darse la paz y otra dar la tabarra.

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