como en botica

josé / rodríguez De La Borbolla

'Pena mora', Badalona y 'La balsa de piedra'

DESPUÉS de permanecer casi una noche entera en vela, hasta las cuatro de la madrugada GMT, siguiendo el enrevesado y atávico recuento electoral escocés a través de la tele con Sky News, y en el ordenador con The Guardian, The Times, The Independent y The Dundee Courier; después de levantarme temprano y de confirmar la victoria del unionismo escocés-británico-europeo por un margen saludable; y después de comentar la situación, a bote pronto y a media mañana, con tres buenos amigos, tomé la decisión de relajarme un poco, antes de ponerme a escribir.

Serenidad, pensé. Y para ello no se me ocurrió nada mejor que ponerme a escuchar, gracias a mi vetusta minicadena Kenwood, Pena mora, la canción de Quintero , León y Quiroga cantada al alimón, en 1994, en la Plaza de las Ventas de Madrid, por Juanito Valderrama y Joan Manuel Serrat. ¡Valderrama y Serrat cantando juntos y transmitiendo identidades comunes! ¡Qué gustazo! Juanito y Joan Manuel… Juanito, el pequeño de cuerpo gran trovador de Torredelcampo, pueblo sentado en una loma entre los infinitos y ajenos olivos a los que se refirió el alicantino Miguel Hernández, y de donde se ausentó para vivir; y Joan Manuel, el eterno joven rapsoda de Poble Sec, ese barrio mestizo en el que nació y creció y desde cuyas alturas se contemplaba la imagen de una Barcelona que tampoco pertenecía a la gente de sus calles empinadas, como bien describió el impagable Francisco González Ledesma. Juanito y Joan Manuel…ambos también, curiosamente y cada uno por su cuenta, recurrieron a Antonio Machado para decir lo que sentían.

Después de ese primer disco, y ya más reconfortado, me puse a escuchar a Manolo Escobar entonando Qué bonito es Badalona, esa Badalona "con mantilla y barretina" que tan guapamente supo recrear el propio Serrat; y el colmo fue volver a encontrar, en Youtube, a Joan Manuel cantando por la Piquer para Carlos Herrera, en los 80, y recreándose, en 1994, con Pena, penita, pena , a mayor gloria de Lola Flores. Para entonces, en esos momentos, lágrimas como garbanzos se me habían asomado a los ojos… No son cosas de viejo, no hace tantos años… Estamos hablando de los años noventa…Tiempos, todavía, en democracia, en que ningún español tenía que renunciar a ninguna de todas las cosas que conformaban su identidad para sentirse más él o para ser más miembro de su propio colectivo, de ese colectivo en el que creció y se hizo ciudadano. ¿Por qué, ahora, tenemos que tener identidades monolíticas, excluyentes del otro, asesinas incluso, como las llama Amin Maalouf?

Y me acordé del bueno de Saramago, portugués hijo predilecto de Andalucía, hombre de una pieza, de fe en el hombre y de creencia en la razón. Me puse a recorrer La balsa de piedra y me reencontré con un mensaje de fraternidad entre culturas y entre territorios, con un alegato contra las fronteras y un llamamiento a la construcción de futuros compartidos. Una parábola sobre la Iberia deseable, adecuada para estos tiempos de desencantados ibéricos. Y me entraron ganas de trabajar por cosas comunes. ¿Alguien da la voz?

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