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La esquina

josé / aguilar

Abusos en Granada

LO que distingue el escándalo de presuntos abusos sexuales de sacerdotes católicos contra menores en Granada de otros casos es, por un lado, el carácter colectivo y el funcionamiento como grupo de los abusadores y, por otro, la firme actitud del papa Francisco, que ha ido más allá de la tolerancia cero implantada por su predecesor.

El Pontífice no sólo se interesó personalmente por el caso tras recibir la carta del denunciante -hoy mayor de edad, profesor en un colegio religioso y miembro del Opus Dei- y le telefoneó directamente para pedirle disculpas en nombre de la Iglesia y anunciarle que había ordenado investigar los hechos denunciados, sino que mandató a un notario vaticano que le interrogase sobre los pormenores del asunto: el relato de un horror.

El papa Bergoglio no está contento, ni podría estarlo, con la actuación del arzobispo granadino, Francisco Javier Martínez, que se ha limitado a apartar del ejercicio sacerdotal a tres de los diez curas implicados (unos como supuestos autores de los abusos, otros como encubridores) y a tratar el escándalo con una sordina que va más allá de la cautela debida. No ha llegado a resucitar la postura tradicional -que tanto daño ha causado a la Iglesia- de trasladar a los sacerdotes a otros lugares, desplazando hacia nuevas víctimas unas agresiones que además de pecados son delitos. Pero no ha sido contundente ni se ha puesto al frente de la indagación interna, que es igual de imprescindible que la investigación policial y penal.

El otro elemento distintivo del caso, que le añade un plus de gravedad y de infamia es el comentado carácter grupal de los abusos. El sumario permanece secreto, pero la denuncia del joven denunciante y otros testimonios apuntan a una actividad organizada de manera colectiva, realizada durante años en viviendas propiedad de los implicados, por integrantes de un clan ideológicamente homogéneo y comportamientos propios de una secta. Una secta de pederastas que se aprovechaba de su influencia y autoridad moral sobre personas menores de edad para colarles sus teorías sobre el efecto elevador del amor (y sus prácticas como protagonistas).

Estoy seguro de que la Justicia hará bien su trabajo en Granada, y el Papa también el suyo, que es complementario, aunque distinto. Estos delitos tienen que ser perseguidos con contundencia por el poder civil. Y no menos contundencia del poder religioso merecen estos pecados.

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