José García-carranza Benjumea

¿Boicot a la Feria de Sevilla?

La polémica por la ausencia de las figuras en los carteles de la Maestranza

Por segundo año consecutivo, las principales figuras del toreo, con la excepción de Manzanares, no pisarán el ruedo de la Maestranza. Desde el entorno de la propiedad y la empresa que gestiona la Plaza de Toros de Sevilla se dice que no existe razón que justifique tal ausencia, llegándose incluso a hablar de boicot a la afición y a la propia ciudad. Tras esto, hemos de preguntarnos si realmente esto es así o existen otras razones que justifiquen la actitud de las figuras.

Es un hecho innegable que las figuras torean en todas las plazas de España. Año tras año, se anuncian en Madrid, Bilbao, Pamplona, sin que haya la más mínima polémica. Sin embargo, en Sevilla, la polémica es algo recurrente desde hace tiempo, mucho más que las dos últimas temporadas.

A José Tomás hace ya mucho tiempo que los aficionados sevillanos desistimos de verlo en nuestra plaza; Miguel Ángel Perera y Julián López El Juli ya se quedaron fuera de la Feria de Sevilla por desavenencias, fundamentalmente económicas, varias temporadas; Morante de la Puebla también da muestras de continuo malestar con la empresa. Todo ello nos lleva a pensar que el problema va más allá de un mero boicot por parte de las figuras y que el problema es, más bien, interno, y deriva de la estructura arcaica en que está organizada la Fiesta en nuestra ciudad.

En primer lugar, cuando en el resto del mundo taurino se apuesta por la gestión directa (Francia, Bilbao, Pamplona) o por la licitación, en procedimientos transparentes y públicos, en Sevilla se opta por contratos de arrendamiento por plazos muy largos, siempre con la misma empresa, acordados con total opacidad y donde se valora, exclusivamente, la rentabilidad económica del contrato.

Este sistema ha llevado a que, por un lado, las entradas sean las más caras de España, lo cual, en un entorno de crisis como el actual, ha supuesto la debacle en el número de espectadores y, por otro, que sea la plaza que peor retribuye a los profesionales. Se exige a éstos (matadores, ganaderos…) que reduzcan sus honorarios, amparándose en la situación de crisis que vive la Fiesta, pero ni se reducen los precios de las entradas ni se ajusta el contrato de arrendamiento de la plaza. Bastaría con reducir el canon pactado para disponer de recursos suficientes con los que aminorar los precios de las entradas, retribuir de manera razonable (como se retribuye en el resto de las plazas de igual categoría) a todas las figuras del momento y realizar actividades de divulgación y fomento de la Fiesta.

En segundo lugar, la Fiesta necesita una mayor transparencia en todas sus decisiones. Esta claridad se debe traducir en una mayor participación del aficionado y en la planificación y elaboración de la temporada taurina, así como en el proceso de selección y contratación de las ganaderías, siendo imprescindible, igualmente, que sea público el sorteo y apartado de las corridas. Nada de esto se ha hecho en Sevilla, donde la intervención de los aficionados, para la empresa Pagés, debe ser pasiva, limitándose a abonar el importe de la entrada y asistir al espectáculo.

Por otro lado, la Fiesta en el siglo XXI no se puede entender sin internet, las redes sociales o la televisión. El aficionado de hoy en día exige la presencia en dichos canales con una información rigurosa, continua y transparente. Tanto la propiedad como la empresa, ancladas en el siglo XIX, parecen ajenas ello: no asisten a conferencias o coloquios, ni interactúan en la red.

No debemos terminar sin antes hacer mención a la importancia que la Fiesta debe tener en la ciudad donde se celebra. En Francia, la celebración de una corrida de toros no se limita a las dos horas que dura el espectáculo, se concibe como un día entero de celebración en el que, además del espectáculo, se ofrecen al aficionado actividades complementarias (conferencias, coloquios, exposiciones… ), lo que, unido a la gastronomía, hace que la Fiesta se expanda por toda la ciudad. Para ello, es imprescindible que la empresa, en colaboración con las distintas administraciones, favorezca y facilite el desarrollo de todas estas actividades.

En definitiva, la Fiesta en Sevilla adolece de muchos males y, desde luego, el principal no es el presunto veto, en nuestra opinión inexistente, de las figuras. A corto plazo, la solución es difícil, si bien sería recomendable, ante el descrédito de los actuales gerentes, que la empresa designase a un nuevo interlocutor y que la propiedad de la plaza facilitase el acuerdo, ajustando el canon del contrato a las circunstancias actuales.

A largo plazo, desde luego, el futuro de la Fiesta en Sevilla pasa por un cambio no sólo de la empresa, sino de los usos y hábitos que han regido hasta la fecha.

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