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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

El tren de la bruja

Antonio Montero Alcaide

La Feria como "no lugar"

Aver, bruja de mis desvelos, ¿podría ser la Feria un "no lugar"?

-Vaya cómo me estás poniendo la cabeza, por si no tuviera de sobra con el runrún del tren.

-Pero si es que tú eres, aunque no lo sepas, una antropóloga popular.

-Ya no te aguanto más y vas a hacer que saque la escoba para enderezarte la cabeza.

No sé cómo me atrevo a provocarla, con lo torcidos que son sus conjuros cuando se enfurruña, pero si un antropólogo estudia la realidad humana, con la atención puesta en sus aspectos sociales, qué no sabrá la bruja con tantas lecciones aprendidas en las festivas bullas de su antigua atracción de feria. Y lo del "no lugar" viene a cuento porque con ello se alude a lugares de tránsito, de paso -un aeropuerto, una estación de tren, un supermercado-, donde la comunicación o la relación son más difíciles o superficiales. Y lo que nos identifica o sitúa ante ellos no es un vínculo de pertenencia, sino un documento de identidad, una tarjeta de crédito o un billete de viaje. ¿Es entonces la Feria un "no lugar"? Sé que la bruja disimula pero está pendiente, porque quiere hacer carrera de maga y esta cuestión le interesa. La respuesta esperada es fácil: los espacios en que nos relacionamos son lugares vitales, y aunque en la Feria se vivan pocas jornadas cierto es que con mayor intensidad y una relación crecida. Luego qué demonios es esa ocurrencia de la Feria como "no lugar" -murmura la bruja, que de tratos menos enrevesados con el diablo sí que se sabe-. Por eso es necesario dar cuenta ya de la respuesta menos directa: la Feria puede ser un "no lugar" para quienes, deambulando por el real, no disfrutan del sentimiento de pertenencia o tienen dificultades grandes para entablar relación. Esto es, advierten que son muchos los "sí lugares", como toda esa legión de casetas donde socios y afines hacen celebración de las identidades que proclaman las pañoletas en las fachadas de quita y pon. Incluso acceden a ellas por la generosa invitación de sus moradores -ya que parecen asentados en tales sitios-. Pero late, en el fondo, esa sensación de tránsito, de paso, de relaciones artificiales, propia de los "no lugares". Y la bruja, que ha atemperado su sofoco, da una clave sabia: no se trata de "no lugares" o de "sí lugares", sino de lo que represente un lugar para cada cual.

-Mira que te lo tengo dicho, bruja pinturera, que estás alumbrada sin la escoba.

-Déjate de zalamerías y, si quieres saber qué es de verdad un "no lugar", vente al real en la resaca.

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