El tren de la bruja

Antonio Montero Alcaide

Feriantes profesionales

LAS calles cubiertas de albero no son un pasillo estrecho y algo elevado para que desfilen modelos, pero el real de la Feria sí que presta una pasarela de farolillos. Y en el elenco de los feriantes, considerados de esta manera general quienes acuden a la Feria con distintas circunstancias, sí que caben variopintas disposiciones. Casi cabría hacer un elenco para esta función mayor de la fiesta.

-No estoy yo para modelitos -advierte la bruja- y tampoco tengo ganas ahora de hacer un hechizo para ponerme espléndida, jartita como ando de este pajolero tren de mis sofocos.

-Tranquila -le digo-, que aunque la Feria de sobra da para un desfile de moda vamos a pasar revista a las maneras de estar en ella.

-De eso no es que sepa yo bastante, porque vuelo poco con mi escoba, amarrada como me encuentro a la Calle del Infierno. Pero horas sí que echo en demasía estando aquí, de modo que algo podré decir.

No he querido hacerle a la bruja un guiño con el infierno, para que se sepa en la calle que más corresponde a su naturaleza. Seguro que me respondería diciendo que soy un antiguo y que ella es una bruja posmoderna, toma ya, capaz de hacer tratos de conveniencia y de embaucar al mismo Satanás. Así que demos un repaso, pero en el buen sentido, a los feriantes profesionales. No se alude, con ello, a quienes ponen esmeradamente su oficio y dedicación en las mil y una faenas que conlleva la preparación, el desarrollo y el desmontaje de lo que de manera algo alambicada da en llamarse "ciudad efímera". Sino que se estiman otras acepciones. Así, podría denotarse como feriante profesional a aquel que procura resolver importantes asuntos -pueden ser hasta negocios mayores- fuera de las establecidas convenciones de un despacho y al amparo de las desinhibidas complicidades en una caseta bien provista. De tal guisa que el feriante profesional no disfruta de la Feria, sino que aprovecha las condiciones que le presta para alcanzar o resolver lo que pretende. Por otra parte, una segunda acepción alude a quien sabe administrar el estar en la Feria para conseguir hacerlo de la mejor de las maneras. Esto es, conoce los ritos y protocolos, mantiene las formas y vela por las esencias más o menos consabidas que dan razón genuina a la Feria. Y también una tercera acepción alude al profesional del sablazo, crecido en tiempos de crisis, que vive la Feria a costa de otros, pero sin que lo parezca.

He callado a la bruja porque no queda sitio, pero pidiéndole que piense en los feriantes espontáneos.

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