El tren de la bruja

Antonio Montero Alcaide

Feriantes espontáneos

ME has hecho los deberes, bruja espléndida, pensando un poco en quiénes serán los feriantes espontáneos en esta pasarela de los farolillos?

-Sabes bien, y mira que te sacudo con la escoba, las poquitas ganas que me quedan de pensar, porque tengo la cabeza hecha al castigo de las vueltas del tren y se me olvidan hasta los exorcismos de mis buenos tiempos, cuando esto de acabar rebajada a mantenedora de la atracción de un tren de feria no podía pasarme por la cabeza.

-A saber cuántos conjuros se te torcieron o volvieron en contra. O qué pudiste haber liado en algún aquelarre asambleario, hasta crispar al mismísimo demonio que te apagó la escoba.

-Pues no, no conocerás la razón, porque una es bruja pero honesta, así que vamos con los feriantes espontáneos o me agarro a la escoba.

Como las cosas pueden describirse señalando lo que manifiestan, pongámonos de acuerdo en que un feriante espontáneo es el que se deja llevar por lo que sale al paso en el real o, si no de tan abierta manera, quien acepta de buen grado cambiar de algún modo los planes que tenía previstos para que den cabida a las gozosas sorpresas de la improvisación. Porque ya se sabe -en distintos órdenes de las cosas, y no solo en estas farolilleras- cómo puede resultar más provechoso y placentero el curso de lo no planificado que la disciplina de lo previsto. Luego un feriante espontáneo, en acepción pertinente, llega a la Feria con la voluntad y el ánimo bien dispuestos al impremeditado designio de la realidad. Más fáciles de encontrar eran, por eso, cuando la fiesta discurría con las maneras de la naturalidad, menos aparatosa y reglada que en estos protocolos formales de los trajines en el real.

Pero espontáneos también pueden considerarse, en acepción menos bondadosa, quienes acuden a la Feria no ya sin planificación, sino faltos además de criterio. Ya que una cosa es abandonar los planes trazados, sin hacer dejación de las maneras, y otra bien distinta que los planes y los modos no correspondan al momento o al lugar. Puesto que si bien el de feriante no resulta un título reconocido, cierto es que conlleva determinadas formas de estar que preserven la armonía aún en la convivencia abigarrada.

-Ya, ya -deja caer la bruja. Quienes se dan tortas por hacerse con la escoba son espontáneos naturales y tengo un aprendiz de brujo reclamándome el complemento de peligrosidad.

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