TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

El tren de la bruja

Antonio Montero Alcaide

Apóstatas en la Feria

SABRÍAS decirme, mi extenuada bruja, qué diferencias hay entre un objetor y un apóstata de la Feria, ahora que estamos en el fin de fiesta?

-Se ve que poco te he reprimido a escobazos para que no me trastornes más de lo debido la cabeza. Y vuelves a la carga cuando me toca hacer balance, confiada en la cuota que habrá de corresponderme, por pequeña que sea, de los desahogados millones de euros que se anuncian como beneficio de la Feria.

Mal día, cierto, para interpelar a la bruja, ya que, con las menguadas luces de la última tarde de fiesta, el final de la Feria se abre camino entre la agridulce sensación de las despedidas y el recuento subjetivo de los balances. Una conclusión resueltamente concisa y categórica es esta: "Que me quiten lo bailao". Pero la Feria tiene un "sistema de indicadores" genuino del que se dará cuenta para ponderar el éxito "macrofestivo". Aunque la referencia sea tan prosaica como la del trasiego de medias botellas de manzanilla, unidad de medida singular.

La bruja no responde, si bien dispensa tiene, para discernir entre objetores y apóstatas de la Feria. Sobre todo, en este momento final de una celebración en la que unos, los objetores, tal vez no hayan hecho acto de presencia y otros, los apóstatas, sí que pisaron el albero para abastecer de argumentos su coyuntural pérdida de fe, porque el año que viene volverán. La objeción esgrime diversas causas, pero tal vez se escondan otras razones que vienen pronto a la mano para quitarle "exquisitez" a algunos, que no a todos, los objetores. A ver, cuántos de estos no son, en el fondo, unos esaboríos -hasta es soso escribir desaboridos- de catálogo. ¿Y es que no hay también misántropos de libro que aborrecen la Feria? Estoy viendo que la bruja se acerca y no sé si vendrá a propinarme una postrera ronda de escobazos. El año pasado me cameló bien porque no advertí su hechizo y le vendí mi alma, agarrado a su cintura por los cielos de Sevilla, libre ella al fin de las rodaduras del tren, sin que los fuegos artificiales me despistaran de su embeleso. Este año la veo menos dispuesta, pero no bajaré la guardia porque sé de sus brujescas maneras. Para despistar, responde cuando ya creía que no me echaba cuenta y vaya si atina en su veredicto:

-Espabila, que con tanto hablar de acepciones de feriantes se te ha pasado que son también apóstatas quienes abandonan un partido para entrar en otro, o cambian de opinión o de doctrina. Y no son apóstatas de la Feria, sino apóstatas en la Feria, so pardillo.

-¡Ay mi maga sabia!

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