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Sine die

Ismael / Yebra

Alternativas médicas

LA Medicina es una ciencia que trata del arte de curar. Y digo bien ciencia y arte porque estoy convencido de que la Medicina es la más científica de las artes y la más artística e inexacta de las ciencias. Es una ciencia por y para el hombre, doblemente humanizada al tratar de ayudar a personas en una situación dolorosa y crítica como es la enfermedad.

Siendo la Medicina el arte de curar y prevenir la enfermedad, los medios que para ello utiliza serán eso: medios. Pero esos procedimientos, desde la Grecia clásica, deben pasar por el tamiz del método científico. En eso se diferencia de la magia y de otros empirismos. Una cosa es un médico y otra bien distinta un chamán, un mago o un curandero. Por eso a mí, personalmente, no me gusta utilizar la palabra alternativa al hablar de Medicina. No acepto la dicotomía entre medicina tradicional y medicina alternativa. Sólo existe una Medicina, la exenta de ritos mágicos e ideas esotéricas. La que para curar utiliza todas las armas de un arsenal que pasa por la razón.

Hablar de medicinas alternativas es como hablar de fútbol sin balón o de playas sin agua. Si pretenden esas seudociencias ser alternativas curativas, que dejen de lado la palabra medicina. Están fuera de ella. La diferencia entre una y otras está en que la ciencia reconoce sus deficiencias y sus lagunas de conocimiento e intenta resolverlas, pero no acudiendo a ideas enigmáticas, oscuras y misteriosas, sino teniendo como base la verdad y la ética de la ciencia.

Viene esto a cuento de la polémica surgida a consecuencia de la corriente absurda de no aceptar las vacunas. Cuestionar las vacunas es una cosa y disentir del calendario de vacunaciones es otra. Lo segundo es mejorable. Pero dudar de su eficacia en estos tiempos es algo tan obsoleto y fuera de lugar como discutir el movimiento de rotación de la tierra o rechazar la teoría de la gravedad de Newton. A los incrédulos les diría que leyesen un poco la biografía de Jenner y se enterasen de la forma tan natural y ecológica -palabra que seguro les gustará- en la que descubrió lo que denominó inoculación de la vacuna. O el relato de una de las expediciones científicas más filantrópicas que jamás haya habido: la de la vacuna. Su promotor fue el médico alicantino Francisco Javier Balmis. ¡Lástima que fuese español! Si hubiese sido británico o norteamericano sería conocido por todo el mundo.

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