OS presento a Lola. Una amiga cincuentona que me inspira tanta pasión como compasión, o igual es al revés y se la inspiro yo. Porque no siempre todo es como lo ven nuestros ojos, los demás también ven. Ella se irá pintado sola poco a poco, como la Capilla Sixtina. Bueno, tampoco tanto tiempo hará falta. Los trazos de su personalidad son claros y limpios. Y como dicen que para muestra un botón ahí va el por qué de su nombre. Se acaba de sacar el carnet de conducir. Así, con lo que hay que tener a estas edades, que aún no sé muy bien lo que es... pero mi amiga lo tiene seguro. Sin duda.

En su primera incursión automovilística, céntrica y "entoalahorapunta" intentó aparcar en una calle asín de estrecha, no sin antes recibir varios pitidos por las travesías que, según ella, estaban mal hechas y llenas de impedimentos. ¡Quítale la razón! A la de una, no. A la de dos, no. A la de tres, tampoco. Los pobres hombres en aquella fila larga e in crescendo ya sólo podían decir aquello de "mujer...tenía...". También había alguna fémina más tipo Hulk que Cenicienta. O quizá mi agobio me hizo verla incluso verde. Pensé que hasta le iban a aplaudir, pero no. Bocinas roncas e insolentes le reñían. Algún grito desde lejos incriminaba llegar tarde a no sé qué porras tan importante. Aquel coche cada vez parecía más grande, juro que crecía por momentos. De corsa a limusina en segundos. Me ofrecí a aparcarlo yo, se negó. Me miró con cara de "cállate ya, que puedo sola". Hay miradas que matan y momentos en los que las mereces con creces. Cuando la buena voluntad se transforma en insulto. Ésto hay que aprenderlo. Y cuando aquella catarsis llegaba al climax más apoteósico, como si de una ópera se tratara, mi querida amiga abrió la puerta, bajó llena de seguridad cincuentona y gritó como jamás la había oído:

"¿¡¡¡¡Creéis que llevo la L porque me llamo Lolaaaaa!!!!?"

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