El poliedro

Prepare usted la recetade su poción mágica

La semana que se va ha sido prolífica en propuestas de choque más o menos razonables para parar la sangría

CUANDO la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana". Esta frase, título del primer disco de El Último de la Fila, es perfectamente aplicable a un estado de opinión cada día más proclive a, una vez diagnosticada la situación y detectados los culpables oficiales, proponer radicales soluciones. Tras una década larga de vacas gordas en la que to er mundo era güeno y había leche para todos, asistimos ahora a propuestas más o menos sensatas para paliar el daño y preparar un futuro mejor, en el que hayamos aprendido de nuestros errores. Claro que, en buena parte, las propuestas radicales destilan lugares y odios comunes. Viejos rencores y frustraciones que, con un manto técnico y de visionaria denuncia, se vuelven a sacar del arcón envenenado de las dos (o tres, o cuatro, o dieciséis) Españas como vías para salir de la crisis. En otros casos, las propuestas son meras boutades o ardides para atraer un poco la atención mediática desde un pedestal reformista. En esta semana hemos podido oír y leer algunas de estas osadas recetas de cirugía de choque: desmantelar las diputaciones provinciales, erradicar los "enormes privilegios" de los funcionarios públicos, dinamitar la mayoría de las cajas de ahorro, asestar un rejón de muerte al poder adquisitivo de las futuras pensiones de jubilación.

Ayer mismo en estas páginas, un colega creaba con gracia un paralelismo entre el casino y el sistema bancario -no ya la bolsa- sin distingos; una imagen que reverdece tras años en los que quienes se atrevían a afirmar algo así eran directamente unos antisistema con pañuelo palestino dispuestos a ir a sabotear una cumbre del G-8 donde y cuando hiciera falta. Quien esto escribe, en el blog de este diario, comparó a la selva con Wall Street y a cierto modelo de broker con un depredador; a veces león, a veces hiena, a veces buitre. Se ha abierto la veda, y pagan justos por pecadores: la crisis es un buen negocio mediático.

También hemos leído a prestigiosos columnistas proponiendo que nos quitemos las caretas y que digamos la verdad del barquero bien alta: los funcionarios vampirizan (debo decir "vampirizamos") el sistema, lo hipotecan y drenan la capacidad financiera del Estado; cuentan con privilegios intolerables por el mero hecho de haber estudiado y ganado una oposición pública. Privilegiados que, en su mayoría, son mileuristas mal contados que llenan como pueden el carrito del híper y dan su empujoncito a la rueda de la producción y el consumo. Es éste uno de los lugares comunes más rejuvenecidos. "Yo pago mis impuestos para que vivan como Dios los funcionarios, que ahora están a resguardo de los embates de la gran marejada". Los sueldos de tres mil euros al mes para los albañiles y de cien mil al año para un contable de nivel se han acabado, y las caras crispadas y los índices acusadores se revuelven contra la supuesta casta brahmánica de los apesebrados públicos. No contra ese maestro de pueblo que, tras ser alcalde, ha recalado en la presidencia de una fundación pública ad hoc cuyo presupuesto es el sueldo del presidente y su secretaria, sino contra el bedel de un instituto o el profesor de filosofía de ESO que debe tener la puerta de la clase abierta para poder salir por patas si llega el caso. O contra ese funcionario de la Agencia Tributaria que trabaja más duro que la mayoría de los oficinistas de la privada. O contra ese juez que navega entre océanos de cartapacios y al que el caos -y la escasa inversión en funcionarios de Justicia y en otros medios- pueden colocarle la desgracia fatalmente de cara un día.

La bendita crisis también ha movido al Observatorio Económico de Andalucía a menear otro tótem y postular el desmantelamiento de las diputaciones, es de suponer que reubicando a sus funcionarios (¿o van al mar?). Creo que la apertura de esta caja de Pandora tiene un innegable anclaje en las dudas que te asaltan cuando percibes la desproporción entre fines y medios de estas instituciones en Andalucía.

Por último, primeros espadas de la Economía, bien enchufados a la actualidad, han apuntado a las pensiones y proponen que no se actualicen. Por descontado, los salarios deben congelarse. Pero ésta es una prescripción técnica que, más o menos como Dios, aprieta pero no afloja: nada nuevo. Acabará haciéndose así.

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