ES una buena idea la intención por parte de la Consejería de Educación de añadir una semana más de clase al calendario escolar, adelantando una semana su inicio en septiembre. Para ello han de vencer la oposición de los profesores, que no añaden a su agenda más días de trabajo por esa causa. Todos los sindicatos que les representan rechazan la propuesta porque la experiencia anual les hace ver que faltaría tiempo para resolver todo lo relacionado con la organización del curso. Por lo tanto, la propuesta afronta la necesidad de resolver simultáneamente tres problemas: mejorar el rendimiento de los niños; racionalizar la vida familiar en septiembre para tantas parejas que se topan con el problema de a quién le endosan sus hijos hasta que arranca el curso; y conseguir de una santa vez que un hecho tan previsible como el inicio de la actividad escolar tenga lugar con todos los deberes terminados en la Consejería a fecha fija. Bien saben ustedes que el cúmulo de incidencias es alto porque no llega a tiempo.

Para tener a punto Educación Infantil, Primaria y Educación Especial el 7 de septiembre, y Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional el 15 de dicho mes, es obligado cambiar el plan de vacaciones de altos cargos y funcionarios en la Consejería y sus delegaciones provinciales. Agosto ha de convertirse en un mes muy laborable para la gestión y conclusión de obras, para la dotación de equipamientos, para la asignación de fondos, para cuadrar las plantillas de profesores a tenor de su petición de destinos así como de las bajas y vacantes. Si la Consejería quiere que los profesores se aprieten los machos y organicen la programación del curso con una semana menos de plazo (un logro factible empezando igualmente el 1 de septiembre), está obligada a predicar con el ejemplo y reconvertir sus estructuras con el fin de tener toda su burocracia resuelta para ese día, en lugar de llegar de vacaciones con un magma de casos pendientes.