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Análisis

Jerónimo Molina

¿Un Gobierno para la crisis?

Lo más relevante de la remodelación es la salida de Pedro Solbes · Su sustituta no parece tener el perfil técnico que requiere la crisis · Llama la atención el permanente segundo plano de Miguel Sebastián

PARECE mentira que, en una Semana Santa precedida de la segunda reunión del G-20 con presencia de Obama, la noticia de más calado haya sido la crisis y renovación del equipo de gobierno. Y no debe tener Zapatero la situación muy clara, cuando ha elegido estas efemérides para diluir el alcance de lo ocurrido, renunciando incluso al glamuroso protagonismo de la foto con en nuevo mandatario norteamericano, del que tan necesitada estaba tras el precipitado anuncio de la retirada de la tropas de Kosovo.

El fin del largo período expansivo de la economía ha terminado poniendo en evidencia las frivolidades políticas del gobierno. Esto ha debido tener un reflejo negativo en los sondeos de opinión para el partido en el poder, precipitando la remodelación a tan sólo un año de la celebración de las elecciones y tras la destitución, hace pocas fechas, del ministro de Justicia Fernández Bermejo.

La negación de la crisis antes de las elecciones de 2008 y, en consecuencia, el aplazamiento en la toma de decisiones para afrontarla, ya explicitó claramente la voluntad del gobierno de anteponer sus intereses de continuidad a las necesidades del país. Ahora, la incorporación de altos cargos socialistas en el nuevo gabinete revela que su objetivo, más que atajar con decisión la crisis, se centra en aminorar sus efectos sobre futuras elecciones.

La salida de Solbes era esperada; pero la importancia de los aspectos internacionales en la actual crisis económica y la evidencia de que las salidas se están gestando sobre importantes reformas estructurales en la organización de la economía mundial, sugerían un perfil para el ministro más técnico y, sobre todo, que estuviera muy curtido en el campo internacional. Sin embargo, la ministra elegida no parece tener el perfil que sintonice con las circunstancias descritas, siendo más bien una eficaz gestora de políticas de consumo interno. Sigue llamando la atención el permanente segundo plano de Sebastián, que empieza a convertirse en el eterno aspirante a la cartera de Economía.

Quizás la nota más positiva de esta remodelación sea la vuelta de las competencias universitarias a Educación. Bien está que se pondere la vinculación de la actividad docente universitaria con la investigación, pero en unas universidades tan masificadas como las españolas es obligado priorizar la formación de los alumnos sobre la investigación, que necesariamente ha de ser minoritaria.

Para Andalucía, la salida de Chaves y su equipo sin duda facilita la obligada renovación, no sólo de la Presidencia de la Junta, sino del propio Partido Socialista. Si finalmente el elegido para la sucesión es Griñán, creo que el cambio será bueno para los andaluces, ya que es un sólido conocedor de la gestión pública. Lo que no tengo tan claro es si dicho cambio será bueno para Manuel Chaves.

A nadie se le escapa la errática deriva que ha tomado la cuestión territorial y las dificultades que entrañará tratar de racionalizarla. Y no me refiero sólo al urgente acuerdo sobre financiación autonómica, sino también a la no menos urgente necesidad de frenar la incesante espiral centrífuga sobre el modelo de Estado. No cabe duda de que éste es un gran reto para Chaves, pero también está claro que le va a proporcionar, en los próximos años, más dolores de cabeza de los que tendría como presidente de la Junta, donde el terreno y los adversarios eran más conocidos.

Con todo, el hecho más relevante de esta remodelación es la salida de Pedro Solbes del Ministerio de Economía. Hay que reconocer que, después de una larga y muy fructífera carrera de servicio en la función pública, ha tenido mala suerte a la hora de ponerle el merecido punto final. Lo natural hubiera sido su cese al finalizar la anterior legislatura, pero su contundente victoria en el debate televisivo con Pizarro, lo hizo imprescindible para darle solvencia y confianza al gobierno salido de las urnas.

Por otra parte, la precipitación de la crisis ( internacional y española) ha agriado el cierre de su carrera, aunque seguro que la historia lo recordará como uno de los grandes ministros de Economía de España. No debemos olvidar su contribución a la incorporación de España a la entonces Comunidad Económica Europea como Secretario de Estado en los años ochenta; ni su papel en la salida de la crisis del 93 donde, como ministro de Economía, puso en orden la laxa política presupuestaría -que más tarde continuó Rato-, y cuyo resultado final fue, otra vez con Solbes, la obtención en 2007 del mayor superávit de la democracia. En la continuidad de la política de control del gasto público entre Solbes y Rato está una de las claves de la larga fase expansiva entre 1994 y 2007.

A partir de 1999, Pedro Solbes dirigió, como comisario europeo de Economía, la puesta en circulación del euro, y hasta abril de 2004 le correspondió la compleja tarea de aplicar el Pacto de Estabilidad, ganándose una merecida reputación solidez y mesura.

Respecto al nuevo gobierno, queda por saber cómo gestionará la crisis y su salida. Entretanto, muchos españoles preocupados por la gravedad de la situación económica nos preguntamos si el momento no requiere aparcar los legítimos intereses de partido para abordar conjuntamente la situación. ¿Acaso el deterioro económico no es similar al deterioro político del País Vasco?

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