AUNQUE no lo parezca, el Betis juega hoy y el bético normal asiste estupefacto cómo se dispara contra la mayor fábrica de béticos que hubo después de aquella que llevase el nombre ilustre de Luis del Sol y Cascajares por su señora madre. Juega este mediodía el Betis en Valencia con el más que posible debut de Jonathan Pereira, el último fichaje, y lo hace con la ineludible perentoriedad que le aconseja su mala trayectoria, que el tiempo apremia y los objetivos van alejándose. Se trata de esta cita con el Levante de otra cita crucial, más aún por razones obvias de que las hojas del calendario van cayendo, pero sigue el tiroteo.

El otro día se definía desde aquí que el Betis de la hora está manejado de forma que se ha convertido en la mayor fábrica de sevillismo que conocieron los siglos, más aún que la que con tanto éxito dirigía Ramón Sánchez-Pizjuán y Muñoz también por su santa madre. Resulta que a Rafael Gordillo Vázquez, que vistió la camiseta de internacional absoluto en cincuenta y nueve ocasiones como futbolista del Betis, no le perdonan que hiciese lo que cualquier persona decente, criticar a Lopera. Y ahí andan, buscándole las cosquillas de forma zafia y como se utiliza en las peleas de lavadero, sin argumentos y con insultos, sin razonamientos y con calumnias.

Rafael Gordillo ha sido y es tan importante en la historia del Real Betis Balompié verdadero que vergüenza debiera darle al que ose mancillarle de palabra, que de obra no parece que existan los suficientes bemoles para hacerlo. Le ha dado tanto Gordillo al Betis que si hubiese metido la mano en la taquilla, que no es el caso, debiera quedar inmune a cualquier tipo de ataque. La fábrica de hacer sevillistas insulta a la de crear béticos y, lo más triste de todo, es desde dentro del propio Betis, de este Betis dolorosamente irreconocible que hoy se juega en Valencia una barbaridad mientras desde dentro se habla de otra cosa. Pobre Betis, aún Real Betis Balompié...