El periscopio

A por nuestro 'Berluscónez'

En Irlanda, Reino Unido y Alemania, lo que más se cuecen son patatas; Francia es un país "adorable, a pesar de que comen algo tan asqueroso como los caracoles" (Woody Allen), previamente cocidos; mientras, en Italia lo que se cuece a cualquier hora es pasta. En Grecia algo cocerán, pero lo que más abunda es el ciudadano frito. Sea como sea, en todos esos sitios cuecen habas. Las habas difíciles de tragar de los planes de recorte presupuestario públicos.

David Cameron ha planteado un duro recorte del gasto británico, dado que su déficit -como el español- es casi cuatro veces mayor del establecido como máximo en Maastricht… además de subir los impuestos por patrimonio y por renta (algo, en ortodoxia, poco de derechas). Alemania no ha cuantificado sus ajustes, pero Merkel dice que los hará, suponemos que para dar ejemplo, a la vez que plantean "prohibir el déficit público", que es como prohibir las flatulencias -válvula de escape, al cabo- en el propio domicilio (en tiempos de turbación suelen llegar los ataques normativos tajantes). Los periódicos extranjeros de referencia alaban las medidas tomadas por España, y en todos subyace un cierto canguelo por el potencial mazazo de un default español (como Zapatero, "no doy crédito" a este escenario). Le Figaro, por ejemplo, las tilda incluso de "radicales" -por drástico, más que de raíz-.

Centrémonos un poco en Italia. Según informaba Il sole (www.ilsole24ore.com) el miércoles, las regiones ricas siguen en su empeño de lograr un sistema federal, principalmente por boca de Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, que ha superado un ictus y aprieta pero no afloja en sus reclamaciones: "El federalismo no cuesta, incluso ahorra". De todas formas, y de forma similar a lo que pasa en España, las reclamaciones nacionalistas allí se escuchan con la sordina de la inmediatez y mayor importancia de La Crisis. España no es Grecia, pero tampoco se parece a Italia como muchos creen aquí. La estructura industrial italiana, en algunos sectores decadente, y basada en distritos repletos de pequeñas empresas familiares, fue y todavía es la envidia de Europa. Mientras, en crear virreinatos autonómicos (con y sin sentido) difíciles de manejar y sostenerlos conjuntamente llevamos ventaja, y ellos pueden aprender de nuestros grandes excesos. En algo Italia nos ofrece enseñanzas. Allí gobierna el inefable Berlusconi (y otros antes de diversísimo pelaje), tras cargarse los votantes al bipartidismo de la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, harta la gente de corrupción, ineficacia e ineficiencia. Descreído, el pueblo votó fragmentadamente, punitivamente, desencantadamente, casi a cualquier cosa. ¿Se imaginan algo así aquí? Cómo no.

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