LA marea de los recortes se extiende por Europa. El nuevo Gobierno británico, el de Cameron&Clegg, se estrena eliminando 7.125 millones de euros de gasto y suprimen los coches oficiales para los altos cargos, y los asientos de primera fila en avión o tren para todos los funcionarios.

Para toda una generación de políticos, el ahorro era un enemigo. Todo consistía en gastar más, en pedir más. Ahora, el buen político ya no es el que promete más inversiones, sino el que anuncia cómo mantener la actividad ahorrando más. No confundir con los malos gestores incapaces de materializar las inversiones y ejecutar el presupuesto, especie que abunda y sólo produce gasto corriente. Pasó el tiempo del gigantismo vacuo. El debate parlamentario, incluso el de los agravios comparativos, tiene que centrarse en cuánto, cómo y dónde se ahorra. En Gran Bretaña, la Hacienda pública acaba de recibir la encomienda de tener que aprobar todos los salarios que superen el del primer ministro, que ya ha sido recortado. De seguir ese criterio, qué bochorno se sentiría en Sevilla al ver la relación de asalariados de lujo en las empresas públicas de Junta, Ayuntamiento y Diputación.

En Sevilla, con un ayuntamiento sin cuentas aprobadas para 2010, estamos tan sobrados de insolvencia que Urbanismo ha aumentado su plantilla de jefes cuando menos actividad constructiva hay.

Tras dictar Zapatero la prohibición a los municipios y diputaciones de poder endeudarse más a largo plazo, señal inequívoca de que el ajuste de tuercas no va a parar de aquí a dos años, los ciudadanos están a la espera de que Monteseirín detalle cuánto dinero ha costado enviar a Barcelona a su chófer con su coche oficial para tres días, mientras él viajaba a la final de Copa en el avión del Sevilla. Tenemos un alcalde que va a contramano de la supresión del lujo institucional. Por eso su partido arbitra una excepción y nombra candidato a la alcaldía antes que en ningún otro lugar de España. Para que luego digan que Sevilla no está a la vanguardia de los cambios.