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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

El pulpo 'Paul'

ME pregunto si somos supersticiosos los españoles y la respuesta inmediata es que sí. Ayer, sin ir más lejos, al menos media docena de cadenas de televisión conectaron en directo con la pecera alemana del pulpo Paul a partir de las once de la mañana para ver las predicciones del cefalópodo más famoso del mundo. En La Primera explicaban que se trata de un bicho joven, soltero y británico. En fin, todo el mundo colgado con el dichoso pulpo que predijo, sin el más mínimo género de duda, que España ganará a Holanda en la final del Campeonato del Mundo de fútbol. Y, con alguna vacilación, que Alemania se impondrá a Uruguay en la consolación. Haga usted, querido lector o querida lectora, la prueba del algodón sobre su grado particular de superstición: a que le complace que Paul nos haya dado como ganadores. Pues eso...

Los españoles somos muy supersticiosos. Tanto que si me pidiera un consejo de amigo le diría al presidente del Gobierno que hace bien en no ir a la final. Corre mucho riesgo. Si España gana, nadie lo atribuirá al magnetismo de Zapatero. Pero si perdemos todo el mundo se preguntará en qué ha cambiado el escenario para que la suerte nos sea esquiva y contradiga incluso el vaticinio del sabio pulpo de marras. Y ahí mucha gente volvería la mirada sobre el presidente, sin remedio. Y con mala leche. ¡Ojo!, que se presenta otro problema. Felipe y Letizia han ido a un solo partido del Mundial. ¿Cuál? El España-Suiza. Y perdimos. Pero ahora van a la final. Hay quien piensa que es un riesgo innecesario; que sería mejor que dejaran a la reina Sofía al cargo de la representación institucional, que ya lo bordó en la semifinal, como talismán de la selección.

Mucha gente tiene manías sobre la fortuna. Un espejo roto, unas tijeras abiertas o un sombrero sobre la cama traen mala suerte. La herradura detrás de la puerta, por el contrario, es símbolo de buen augurio. En la Grecia clásica pensaban que el hierro en forma de media luna protegía de los hechizos, así que la herradura en la puerta impedía la entrada de las brujas y del mal. Además, se creía que las herraduras que otorgaban más suerte eran las de los borricos, porque sus siete agujeros son el número mágico por excelencia. Tenemos que hacer una excepción obvia con el color amarillo, considerado gafe por toreros y artistas, porque es casi la mitad de la bandera nacional.

La tradición popular considera que derramar sal o vino no trae nada bueno, pero encontrar un trébol de cuatro hojas o tocar madera tiene el efecto contrario. Que un gato negro o ver una rata traen mala suerte, mientras que la pata de conejo es un viejo amuleto protector de los humanos desde hace miles de años. Lo del pulpo es una novedad. Y está en precario hasta el domingo por la noche. Pero como acierte, Paul entrará en la historia de las supersticiones. Al tiempo.

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