La tribuna

Antonio Montero Alcaide

Formación Profesional y universidad

POR razones de oferta generalizada o por su carácter obligatorio, son conocidas las enseñanzas no universitarias que estructuran el sistema educativo español: la Educación Infantil (cursada hasta los 6 años de edad), la Educación Primaria (de los 6 a los 12), la Educación Secundaria Obligatoria (de los 12 a los 16) y el Bachillerato (de los 16 a los 18); sin olvidar, por más específicas, las referidas a los idiomas, las enseñanzas artísticas, las deportivas y la educación de personas adultas.

Pero conviene reparar, de manera especial, en la Formación Profesional, cuya naturaleza adquirió suficiente relevancia tras la ordenación del sistema educativo español adoptada en 1990. Antes de esa reforma, la Formación Profesional era una segunda vía, de menor exigencia académica y reconocimiento social, que los alumnos cursaban tras concluir la entonces educación general básica, sin necesidad del título que facultaba para el acceso al Bachillerato. Por esto mismo, la ordenación de las enseñanzas, las familias profesionales, la inserción laboral y otros aspectos básicos resultaban insuficientes y, además de no atribuir el prestigio necesario a tales enseñanzas, determinaron tanto un cierto rechazo a la formación profesional como una tal vez desajustada prelación del anterior bachillerato unificado y polivalente.

Esta situación ha mejorado de forma notoria, la formación profesional despunta como opción atractiva para el alumnado y, dada su nueva entidad, alcanza una progresiva y mayor consideración social. Algunas claves sostienen esta realidad e interesa reparar en ellas.

En primer término, el acceso a los estudios de Formación Profesional, dentro del sistema educativo, comporta altos requisitos académicos. Las enseñanzas se organizan en ciclos formativos de grado medio y en ciclos formativos de grado superior. Para acceder a los primeros, es necesario disponer del título de graduado en Educación Secundaria Obligatoria; mientras que para los segundos se precisa el título de Bachiller, el mismo que facilita el acceso a la universidad, previa prueba de acceso.

Las titulaciones de los ciclos formativos, técnico en el caso de los de grado medio y técnico superior en los de grado superior, permiten tanto el acceso al empleo como la continuación de estudios por vías más académicas: el título de técnico faculta para la incorporación al Bachillerato y el de técnico superior para el acceso directo a los estudios universitarios vinculados. Además, se establecen convalidaciones entre los módulos profesionales cursados en los ciclos y las materias o asignaturas de los estudios a los que se accede.

La flexibilidad para el ingreso en los ciclos es otra clave, porque se convocan pruebas a las que pueden acudir quienes no cuenten con los requisitos académicos y se organizan cursos de preparación de las mismas. A la vez, con determinadas condiciones, cabe obtener de manera directa, también mediante pruebas, los títulos de técnico y de técnico superior.

La ordenación de las enseñanzas es sistemática, con una articulación basada en un Sistema Nacional de Cualificaciones Profesionales y en veintiséis familias profesionales, a partir de una amplia oferta de ciclos formativos que, en bastantes casos, alcanzan una alta inserción profesional. La formación en centros de trabajo, como módulo principal de los ciclos, es un elemento decisivo para tal inserción.

De la misma manera, se establecen evaluaciones, reconocimientos, equivalencias y exenciones entre posibilidades de formación distintas a las del sistema educativo (Formación Profesional para el Empleo) o la experiencia laboral con módulos profesionales de los ciclos; por lo que profesionales y trabajadores pueden obtener las titulaciones de técnico y de técnico superior de manera flexible y ajustada a su desarrollo profesional.

Así las cosas, una revisión del informe de la OCDE 2010 permite advertir la evolución de las tasas de ingreso, durante el periodo 2000-2008, a la universidad y a los ciclos formativos de grado superior. En el primer caso, España desciende del 47% al 41% (mientras que en la OCDE se registran incrementos hasta alcanzar el 56%, desde el 47%, y en la UE el 55%, desde el 46%). Por su parte, la tasa de ingreso en los ciclos formativos de grado superior aumenta en nuestro país del 15% al 22% (cuando sólo lo hace en un punto tanto en la OCDE, del 15% al 16%, como en la UE, del 11% al 12%). Cabe apreciar el progresivo reclamo de la formación profesional, como opción que satisface expectativas personales y profesionales, y la menor tendencia a los estudios universitarios cuyo reclamo social se sostenía, entre otras causas, en la menguada relevancia de la formación profesional.

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